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Foto del escritorAdolfo Estévez

La trama del 11-M (2ª Parte): los antecedentes

Actualizado: 31 mar

La célula pertenecía a un entramado yihadista que se creía desarticulado

Patrulla policial con perros
Europa se blindó tras los atentados en Madrid y Londres

Un tipo de infame recuerdo, Abdelbaki es Satty, quién ejerció como imam en la localidad española de Ripoll (después de deambular por algunos países europeos) y cerebro de los atentados cometidos en Barcelona y Cambrils en 2017, estuvo vinculado al GICM.


En la primera parte de este serial os hablé del Grupo Islámico Combatiente Marroquí y de su relación con la célula del 11-M. En este segundo artículo ampliaremos la información sobre ellos y su conexión con la red de Al-Qaeda.


Índice



Al-Qaeda en Europa

Vista del río Amstel
En Amsterdam un yihadista mató al cineasta Theo van Gogh

¿Por qué hablo de Es Satty? Es un tipo del que la opinión pública tuvo conocimiento en 2017, por lo tanto, ¿qué relación tiene con el 11-M?


En la imagen anterior vemos una perspectiva de la bella ciudad de Amsterdam cuya población quedó consternada cuando asesinaron en una de sus calles al cineasta Theo van Gogh. Sucedió el mismo año que se produjo el 11-M, en 2004.


El autor del crimen fue Mohammed Bouyeri: le disparó y le remató, degollándole y clavando en su pecho una carta con la leyenda “En el nombre de Alá”. El realizador de cine se había mostrado muy crítico con el Islam hasta que un fanático le quitó la vida.


Bouyeri formaba parte de una célula asentada en Holanda adscrita al GICM, grupo al que también pertenecía otra célula afincada en Barcelona, siendo uno de sus componentes Belgacem Bellil, que convivió con el imam Es Satty en el mismo piso, tanto en Jaén como en Barcelona. Bellil fue el autor de la matanza de 19 «carabinieri» y nueve civiles iraquíes en un atentado suicida en Irak, en 2003.


En esos años, el líder de la red yihadista en Europa Occidental, Abdeladim Akoudad, que coordinaba los comandos (en Holanda, España y otro en Marruecos), fue detenido sustituyéndole Filali Oulali, quién huyó antes de ser capturado. En España se refugiaba Borz Alí Ismailov, de origen checheno, a quién también se relacionó con la muerte del cineasta holandés. 


Lo que hacía esta red yihadista de Europa Occidental y el Magreb era captar adeptos que enviaban a Irak para combatir contra la coalición internacional. Son años en los que el imam Es Satty está bajo lupa, pero no se hallan evidencias de su relación con el entorno yihadista hasta 2017 cuando se produce la masacre en las Ramblas de Barcelona.


Todo este entramado llevaba actuando desde 1997 al menos. Veamos sus conexiones con los ataques en EEUU en septiembre de 2001, Madrid en marzo de 2004 y Londres en julio de 2005.


Con respecto a Casablanca, donde se cometieron varios atentados en 2003, ya hablamos en el primer capítulo de este dossier sobre el 11-M, sin duda la antesala de lo que menos de un año después sucedería en Madrid. 



El impacto del 11-S  

Panorámica de las Torres Gemelas ardiendo
El día que las Torres Gemelas ardieron el Mundo se estremeció

Todo el Mundo quedó impresionado con las imágenes del 11-S, con la “zona cero” de los atentados en Nueva York llena de un humo tóxico que con el tiempo pasaría factura a los bomberos, policías y personas de emergencias que participaron en los rescates.


Se liberaron muchas partículas (metales pesados, vidrio, celulosa, asbesto, amianto…), una peligrosa nube con toneladas de materia tóxica que afectaría, de un modo u otro, a medio millón de personas.


Los atentados no solo fueron lo que vimos a través de nuestros televisores sino lo que vino después para cientos de miles de personas en forma de enfermedades: fibrosis pulmonar y otros problemas respiratorios.


La tragedia mayor fue la muerte de casi 3.000 personas, pero los efectos posteriores deben ser analizados para estudiar en qué fase de la prevención pudieron cometerse errores.


Las primeras consecuencias de aquellos atentados serían dos guerras, la de Afganistán y la de Irak, y como sucedió después del 11-M también se culpó al Gobierno de los Estados Unidos por no tomarse en serio la amenaza yihadista. Incluso de haberla robustecido, al no prever que aquellos rebeldes a los que financiaron en Afganistán contra los soviéticos durante la Guerra Fría eran en realidad unos fanáticos que acabarían volviéndose contra ellos


También como sucedió en 2004 en España, en los Estados Unidos en 2001 se creó una comisión de investigación por parte del Congreso descartando toda esa desinformación que fluía por distintos medios (se llegaría a decir que fue una demolición controlada para culpar al Gobierno).


Tanto en los Estados Unidos como en España se echó mano de diferentes entidades de investigación para esclarecer los sucesos. Por ejemplo, en EEUU, el NIST (Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, por sus siglas en inglés) publicó los resultados de un estudio que determinó que la causa del derrumbe de las torres gemelas fue el choque de los dos aviones por el daño causado a su estructura y las decenas de miles de litros de combustible derramado. El incendio posterior alcanzó temperaturas de mil grados que lo fundieron todo.


Los técnicos del NIST inspeccionaron los datos y testimonios que aún se conservaban llegando a la conclusión de que no se emplearon explosivos de ningún tipo.


Tampoco en el tercer edificio del complejo del World Trade Center que también se derrumbó y del que poco se sabe. Ningún avión chocó con el mismo, pero quedó muy dañado por efecto de las torres, una vez cayeron.


Tan exhaustiva fue la investigación para descartar tantas especulaciones que se implicó incluso al Servicio Geológico de Estados Unidos para que estudiara si hubo material pirotécnico entre los restos, no hallando nada.


Los atentados tanto en Nueva York (y Virginia) como en Madrid son explicables no desde ninguna teoría conspiracionista sino desde un análisis pormenorizado del terrorismo yihadista de la época. Y ahí sí que hubo muchas dudas sobre si se actuó de forma correcta, tanto en la prevención como también en la fase posterior de la investigación.


Para los ciudadanos de EEUU fue un golpe brutal y para el resto del Mundo algo inaudito: la gran superpotencia había sido atacada en su propio territorio, lo que parecía imposible.

Haces de luz donde estaba el World Trade Center
Nueva York es la ciudad occidental más castigada por el terrorismo

Al igual que sucedió cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbor en 1941, dando lugar a la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, los atentados del 11-S provocaron la guerra contra el terrorismo liderada por USA. El objetivo principal a batir era la red Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden.



El error de cálculo de Occidente se pagó caro

Barroso, Blair, Bush y Aznar conversando
Barroso, Blair, Bush y Aznar en las Azores

El encuentro en las Islas Azores entre George Bush, Tony Blair, primer ministro británico, y Aznar, junto a su anfitrión, el primer ministro portugués José Manuel Durão Barroso, un año antes del 11-M, pasaría a la Historia.


El presidente Bush buscó aliados para justificar el enorme despliegue militar, con el estratosférico coste económico que supuso. Si otros países le apoyaban, esa guerra contra el terrorismo global quedaría legitimada.


El respaldo de Blair sabía que lo tenía, pero no conseguía convencer a Francia o Alemania. Y ahí entró en escena el presidente español, José María Aznar.


Aznar vio la oportunidad perfecta para que España adquiriera gran influencia internacional, atrayendo tantas inversiones extranjeras que la economía española se relanzara hasta ocupar un asiento de pleno derecho en el G-7. Y a punto estuvo de conseguirlo si no es porque los terroristas yihadistas se pusieron en medio como el peor de los obstáculos imaginable.


La economía española crecía un 2% anual mientras que la de la Eurozona solo un 0,8% y la alemana un 0,2% únicamente. Francia lo hacía al 1% e incluso el Reino Unido no llegaba al nivel español, pues tan solo crecía un 1,8%. Italia se quedaba en el 0,9%.


Por lo tanto, España despuntaba creciendo casi a la par que los Estados Unidos que lo hacía al 2,2% anual y mucho más que Japón, que se quedaba en el 0,9%. Tan bien le iban aparentemente las cosas al Estado español en 2004 que se había convertido en la octava potencia económica mundial.


Parecía que todo eran buenas noticias, aunque había mucho maquillaje (como siempre): la inflación era del 3% mientras que en la UE la media era del 1,9%. La balanza comercial con el exterior era deficitaria, con un déficit del 2,2% cuando la UE tenía un superávit del 0,7%.


Bush prometió múltiples y cuantiosas inversiones que crearían decenas de miles de puestos de trabajo. La tasa interanual de creación de empleo crecía al 3%, siendo el índice de paro del 11,2%. Nunca se ha vuelto a recuperar ese índice "tan bajo" y eso que ya entonces era elevado.


La ayuda norteamericana exigía una contraprestación: apoyar a los Estados Unidos en la invasión de Irak. Este respaldo a la política internacional de Bush suponía "certificar" que Sadam Husein contaba con un arsenal de armas de destrucción masiva, incluso sin haber pruebas de ello. Aznar aceptó y enseguida la prensa ya hablaba del nuevo eje de influencia en Europa entre Londres y Madrid.


España era vista también como una potencia militar de nivel medio, sobre todo desde que tropas españolas echaran a soldados marroquíes del Islote Perejil en el Mar de Alborán, en 2002. Era un enclave sin importancia, pero con tal acción el Gobierno de Aznar le dejaba claro a Rabat que no permitiría que se le subiera a las barbas. Por otro lado, el Gobierno español envió tropas a Irak, así que España también se dejaba ver en los escenarios bélicos con lo que su “prestigio” entre las naciones más influyentes crecía.


Al-Qaeda decide atentar en suelo español e inglés por ser aliados de su archienemigo al que identifican con el mal que hay que combatir, desde su óptica fanática. No fue por la intervención militar en Irak ni por el conflicto con Marruecos, dos países árabes y musulmanes. Eso tan solo fue una excusa igual que hubieran podido esgrimir cualquier otra.


Culpar al Gobierno conservador español de lo sucedido en marzo de 2004 fue aprovechado por los yihadistas que se vanagloriaban en sus foros de haber logrado un cambio de Gobierno en España, dando a entender que tenían esa poderosa influencia.


Cada Estado es libre de entablar sus propias relaciones diplomáticas, no debiendo dejar que una organización terrorista marque su agenda internacional, como sucedió después de los atentados cuando se retiraron las tropas españolas de Irak. Aunque lo cierto es que no fue así exactamente, sino que serían trasladadas a otro País, Afganistán. De ese modo creyó el nuevo Gobierno de España que calmaba a los terroristas, para que no cometieran más atentados, y a la par contentaban a los Estados Unidos, cuyo presidente se enfadó y mucho por considerar que los españoles le retiraban su apoyo.


La excusa del Gobierno socialista salido de las urnas después del 11-M fue que en Afganistán no luchaban bajo las órdenes de EEUU sino de la OTAN.


Lo cierto es que se tensó la cuerda por parte de Bush inventando todo aquello de las armas de destrucción masiva sin tener pruebas cuando, además, Sadam Hussein mantenía a raya a los yihadistas, no permitiendo que actuaran en su País ni que lo usaran como refugio. Es conocida la persecución de Hussein hacia el grupo salafista "Ansar al-Islam", filial de la red Al-Qaeda en Irak. Por lo tanto, con el derrocamiento del dictador iraquí, los Estados Unidos dieron vía libre a los yihadistas para que se expandieran por el país al no tener ya obstáculos. Y lo aprovecharon, desde luego: atentaron contra la embajada de Jordania y contra la sede de la ONU en 2003.


Como se comprenderá, la Casa Blanca no querría favorecer a los terroristas eliminándoles un enemigo, Sadam Hussein, sino que al quitárselo ellos de encima, por resultarles molesto, no tuvieron en cuenta el riesgo yihadista.


Les pasó a los estrategas de Washington lo mismo que quince años atrás en Afganistán, cuando para ponerle las cosas difíciles a los soviéticos financiaron a los talibanes, entre los que se estaba gestando el embrión de la futura Al-Qaeda.


Parecía que lo sucedido en septiembre de 2001 había quedado olvidado, cuando en realidad los terroristas ya planificaban otros golpes. Les daba igual dónde, el caso era hacerse notar.



La conexión entre las células del 11-M y el 7-J

Dispositivo policial tras el 7-J
Dispositivo policial tras el 7-J

El 7 de julio de 2005, de nuevo el terror se ceba en una capital europea, Londres, de un modo similar a Madrid el año anterior: cuatro explosiones en el transporte público (tres en el metro y una en un bus urbano) causan 52 fallecidos y 700 heridos.


Lo había perpetrado un comando terrorista formado por cuatro individuos. Uno de ellos, Mohammad Sidique Khan, viajó a Cachemira en 2001, al campamento de Hizbul Mujahideen, en el que se adiestran desde hace años distintos grupos yihadistas afines a la red Al-Qaeda.


Marcharía después a luchar junto a los talibanes en Afganistán, regresando al Reino Unido en el mes de septiembre, unos días antes del 11-S.


En 2003, Sidique Khan marchó de nuevo a un campo de adiestramiento, en esta ocasión a Pakistán, donde se hallaba la central de Al-Qaeda, al huir de Afganistán. En este segundo viaje le acompañó otro de los terroristas suicidas del 7-J, Shehzad Tanweer.


Por entonces, el sirio Mustafa Setmarian se hallaba en Pakistán junto a Ben Laden. Había residido en España durante años, considerado "padre de la Yihad moderna" por sus manuales de combate, vinculado con la célula de Abu Dahdah en España. También vivió y trabajó en Londres.


La Brigada Abu Hafs al-Masri, que reivindicó los atentados en Madrid el año anterior, también lo hizo en Londres, reclamando su autoría dos días después del 7-J. Toman su nombre de un miembro destacado de Al-Qaeda que fue abatido en 2001. El comunicado que decía que habían cometido el ataque en Madrid en 2004 fue enviado a la sede londinense de un periódico árabe.


Se dio el caso de que mientras la Policía Nacional desentrañaba la trama en torno al Tunecino, uno de los cabecillas de la célula del 11-M, la Guardia Civil investigaba otro fleco relacionado con un tal Ahmed Brahim.


A Brahim le detuvieron en abril de 2002 en la Provincia de Barcelona. La Audiencia Nacional le condenó por difundir propaganda de la red Al-Qaeda, siendo su contacto en la misma Abu Hajer al Iraqi, uno de los dirigentes más cercanos a Ben Laden. Pero estaba relacionado con el Tunecino, que seguía en Madrid.


Había constancia de que se conocían, al menos, desde 1998, acudiendo juntos alguna vez a la mezquita de la M-30 (la cinta de vídeo en la que se reivindicaban los atentados del 11-M apareció cerca de esta mezquita).


La esposa e hija de Brahim dieron la dirección del Tunecino en Madrid en la prisión a la que acudían sus familiares a visitarle. Minetras tanto, en Barcelona la Policía detenía a Najib Chaib Mohamed, componente de la célula de Abu Dahdah.



La célula del 11-M y su relación con Al-Qaeda

Tres acusados en el juicio del 11-M en 2007 quedan todavía en prisión: Otman el Gnaoui, Emilio Suárez Trashorras y Jamal Zougam.


En el primer capítulo de este serial decíamos que el CNI (Centro Nacional de Inteligencia) avisó a las Fuerzas de Seguridad del Estado de ciertos individuos peligrosos. Ya entonces, la Policía Nacional contaba con la Unidad Central de Información del Exterior (UCIE) que se ocupaba de islamistas radicales, entre otras amenazas para la seguridad ciudadana.


En 2001, a raíz de lo sucedido en los Estados Unidos, se descubre una célula en España relacionada con los individuos que perpetraron los atentados del 11-S. Se trataba de la gente que estaba a las órdenes de Abu Dahdah, cuyo entramado aparentemente se había desarticulado (se supo que llevaban activos desde 1994, al menos).


Con el tiempo pudo comprobarse que algunos individuos habían quedado sueltos, reconstituyendo la red. Se trataba de Mustafa Maymouni, Driss Chebli y Serhane ben Abdelmajid Fakhet (a) “el Tunecino”, cabecilla de la célula del 11-M.


Sería un tal Amer Azizi el que mediara entre los anteriores y Al-Qaeda en Pakistán siendo otro tipo el que trataba directamente con los miembros de la célula en España, el marroquí Abdelatif Mourafik. Lo hacían mediante correo electrónico. Simplemente abrían una cuenta a la que Mourafik y Maymouni tenían acceso, con lo que bastaba con abrirla y comprobar si había alguna instrucción. De este modo solo quedaba constancia de una sola cuenta, no dos que pudieran comunicarse entre ellas, evitando así el control policial.


Mourafik sería vinculado al GICM y los atentados de Casablanca. Tanto este individuo como Karim el Mejatti, muerto en 2005, como el propio Amer Azizi, combatieron en Afganistán.


Pronto comienzan a fichar nuevos elementos, como Said Berraj y según parece, a tenor de la investigación policial y sentencia judicial posterior, Jamal Zougam Achab.


Pudo comprobarse con posterioridad que los contactos entre algunos de estos individuos databan de finales de los años 90, al menos, de la época de Abu Dahdah y por lo tanto de cuando se fraguaron los atentados del 11-S.

Imagen de Driss Chebli en un juicio
Driss Chebli en el juicio contra Abu Dahdah

Los de la UCIE de la Policía Nacional dan con ellos y les investigan llegando a detener a Driss Chebli en junio de 2003, por su relación con el mencionado Abu Dahdah.


Cuando Chebli salió de la cárcel en 2006 desapareció sin saberse nada más de él, siendo el juicio del 11-M al año siguiente.


Se sabría después que Mustafa Maymouni había estado en Kenitra, en febrero 2003 y curiosamente se le sitúa en mayo de ese mismo año en Casablanca cuando se producen los atentados en esa ciudad marroquí. Por esta acción criminal y otras, Maymouni acaba siendo detenido en Marruecos.


Se creyó que la célula de Abu Dahdah había quedado desmantelada pero no fue así, recayendo el liderazgo en el tunecino, cuñado de Maymouni. Es cuando se unen a la trama el resto de los que compondrían la célula del 11-M: el argelino Allekema Lamari y Mohamed el Egipcio, quién llegó a España en el otoño de 2001, justo después de los atentados del 11-S.


También Mohamed Afalah, Mohamed Belhadj, Asri Rifaat Anouar Asrih y Mohamed Bouharrat serían llamados a formar parte de la célula, siendo algunos del GICM. El primero huyó pero se cree que murió en Irak. Anouar fue uno de los que se inmolaron en el piso de Leganés donde se escondieron algunos de ellos tras los atentados.


Seguían las directrices de Amer Azizi que continuaba mediando con Al Qaeda Central, que por entonces se hallaba en Pakistán, donde le conocían como Otman Al Andalusi, siendo lugarteniente de Hamza Rabia (que se ocupaba de las operaciones de Al-Qaeda en Occidente). Éste último falleció en 2005 por un dron estadounidense armado, probablemente el mismo que abatió al propio Azizi, en Waziristán del Norte.


A Lamari, unió de los que se unieron tras la detención de Abu Dahdah, también le conocía la Policía Nacional por la desarticulación de una célula del GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) que operaba en el Levante español. Estos individuos eran argelinos que se habían escindido del GIA o “Grupo Islámico Armado” – hablamos de todos ellos en el primer artículo de este serial –, pero les recordamos brevemente ahora.


Los del GIA y posteriormente del GSPC habían combatido como voluntarios en Afganistán y por eso se les conocía en Argelia como los “Afgani”. Pero entre esos voluntarios también había marroquíes conformando el GICM, a los que también se conocía en su país como los afganos.


El último en incorporarse al entramado del 11-M fue Jamal Ahmidan, (a) “El Chino”, que acabaría liderando la célula junto a Serhane, el Tunecino. De hecho, se barajó que quién reivindicó los atentados en nombre de Al-Qaeda en Europa en la cinta de vídeo hallada cerca de la mezquita de la M-30 en Madrid fue uno de estos dos individuos.


Al Chino solía acompañarle Othman el Gnaoui que es uno de los tres que continúa en prisión, junto con Zougam y José Emilio Suárez Trashorras, el que facilitó los explosivos. 


Ahmidan conocía los bajos fondos de Madrid por lo que sería el que se reuniría con Trashorras en Asturias ya que, según concluyeron los investigadores y jueces, un delincuente, Rafa Zouhier, les habló de esa posibilidad. Éste último siempre ha defendido su versión de los hechos declarando que se lo comunicó a la Guardia Civil pero que no hicieron nada al respecto. Como comprenderéis, en la Benemérita se desmintió.  


En 2002, los yihadistas alquilan una casa en el municipio de Chinchón, en la Comunidad de Madrid, pero por un error judicial se dijo que fue en Morata de Tajuña. Años después, el ayuntamiento de esta segunda localidad, harto de que se mencionara su nombre asociado al 11-M, solicitó que se declarara de algún modo que el pueblo nada tenía que ver con los preparativos de los atentados, puesto que quiénes lo perpetraron no vivieron en Morata.


Sería Maymouni el encargado del arrendamiento. Allí excavaron un agujero en el cobertizo donde depositaron el explosivo. La inspección ocular policial (dos semanas después de los atentados) detectó restos de nitroglicol, nitrato de amonio y dinamita Goma2-ECO, aunque la utilizada en los trenes fue del tipo EC, de la que también había en Mina Conchita. 


El marroquí Otman El Gnaoui, el que os he dicho antes que es uno de los tres que permanece en prisión, fue el que hizo la pequeña obra de albañilería, el zulo en el que se guardó la dinamita.


Parece que contrataron a alguien más para ese trabajo. Es otra conexión con la célula de Abu Dahdah puesto que se le relacionó con él.


A Otman se le acusó de transportar explosivos desde Asturias a la casa de Chinchón (Madrid) donde se prepararon las mochilas-bomba. Igualmente, El Gnaoui consiguió documentación de identidad para sus compinches. O al menos es la conclusión a la que se llegó en el macrojuicio celebrado en 2007, que duró más de cuatro meses, lo nunca visto en casos de terrorismo en ningún otro lugar del Mundo. 


Jamal Ahmidan, que era al que veían los vecinos en la casa de Chinchón, junto a su esposa y el hijo de ambos, se comportaba con normalidad. Pagó la parte que le correspondía al ponerse de acuerdo los vecinos de la zona para arreglar el camino de tierra que conducía a las fincas de la zona. De hecho, El Gnaoui declaró que él hizo la obra en la casa porque le contrató para ello el propio Ahmidan, al ser albañil, sin saber para qué era, negando las acusaciones que había sobre su implicación en los atentados. 

Fotos de Ahmidan y Rifaat
Jamal Ahmidan (izqda) y Asrih Rifaat

Ahmidan visitó la Provincia de Granada siendo detectadas sus huellas dactilares en una casa en la localidad de Albolote junto a las de Asrih Rifaat.


Pero los que alquilaron el inmueble granadino fueron Rachid Oulad y Abdennabi Kounjaa (los dos se inmolaron en Leganés), los días 5 y 6 de marzo, según se dedujo de la investigación policial, aunque a la inmobiliaria le entregaron documentación personal falsa. La arrendaron por un mes pero no se amplió la investigación sobre posibles conexiones de la célula en Granada.


¿Para qué alquilaron la vivienda en Albolote a la par que otra en Leganés?


¿Acaso era un refugio para cuando cometieran los atentados si conseguían huir de Madrid? ¿Fue el inmueble de Leganés un piso franco al que acudieron al quedar atrapados por la Operación Jaula de la Policía?


El caso de Jamal Zougam

Zougam declarando en el juicio del 11-M
Zougam en el juicio del 11-M (2007)

Zougam entró en escena al detectarse números de teléfonos facilitados por este sujeto de su negocio en el barrio de Lavapiés, en Madrid (se le acusó también de colocar una de las bombas en los trenes).


Tenía 30 años cuando se cometieron los atentados.


Parece que fue el propio Jamal quién manipuló en su local los teléfonos. Por ello sería detenido dos días después de los atentados. Desmintió que tuviera nada que ver con la masacre, incluso diría que se hallaba en su casa cuando se cometió.


Desde luego, conocía bien su religión puesto que su padre, Mohamed Zougam, se ocupaba del mantenimiento de una mezquita en su ciudad natal, Tánger. En ocasiones dirigía los rezos, en ausencia del imán, siendo Jamal su hijo mayor, al que Abu Dahdah tenía en su agenda anotado como «Jamal, el de Tánger». Por lo tanto, Jamal debía saber que el Islam prohíbe terminantemente quitarle la vida a otro ser humano salvo en defensa propia (un mensaje tergiversado por el integrismo islamista más radical).


Mohamed Chaoui, otro de los detenidos por el 11-M (puesto en libertad poco después), es su hermanastro y titular del locutorio “Nuevo Siglo” junto a Mohamed Bakkali, un paisano de Tánger, licenciado en Ciencias Físicas, figurando Jamal como empleado.


Zougam había vendido recientemente un local anterior, también de telefonía móvil, una franquicia.


Antes del negocio de los teléfonos móviles, Zougam vendía fruta y verdura en un puesto propio el cual vendió a un hindú. De ahí pasaría al locutorio Nuevo Siglo en el que trabajaba desde hacía cuatro años.


Zougam se instaló en el barrio madrileño de Ascao a los doce años con su madre (separada de su padre) y hermanos, entre los que estaba su hermanastro Mohamed Chaoui, fruto de una relación anterior de su madre.


Una familia humilde que se buscaba la vida en Madrid, limpiando casas la madre de Jamal, cuidando niños su hermana mayor y estudiando la menor (“Administración”, de hecho se hizo cargo de la comunidad de vecinos), consiguiendo comprar la casa en la que vivían de alquiler.  


El sirio Abu Dahdah admitió conocerle desde los tiempos en los que Jamal vendía fruta y hortalizas, de hecho, seis días antes del 11-S se produjo una llamada telefónica entre ambos.


Además, se hallaron las huellas de Jamal tanto en la casa de Chinchón como en una furgoneta cerca de la estación de ferrocarriles de Alcalá de Henares, de donde partieron los trenes atacados. El vehículo fue hallado unas pocas horas después y llevada a una comisaría, descubriendo en su interior siete detonadores industriales y el extremo de un cartucho de dinamita (también una cinta con versículos del Corán en árabe).


Hay constancia de las visitas de Jamal a Tánger, a la casa de Salah Eddin, preso en Marruecos por su implicación en los atentados en 2003 en Casablanca (un hermano suyo murió en Afganistán). Este individuo conocía al imam Mohamed Fizazi, un salafista que pasó también por la cárcel, lo cual no impidió que a su salida de prisión se convirtiera en una especie de gurú invitado por cadenas de televisión a sus programas siendo señalado como misógino y racista no pocas veces por sus polémicos comentarios.


Fizazi fue condenado en 2003 por su radicalismo yihadista exacerbado tras los atentados en Casablanca, pero el rey Mohamed VI le indultó en 2011.


Jamal contactó con Rachid Bendouda, según evidenció la investigación policial, quién se reunió el 10 de marzo de 2004 (un día antes de los atentados) con Abdennabi Kounjaa, uno de los siete que se inmolaron en Leganés.


Dos mujeres dijeron ver a Jamal en los trenes atacados pero él siempre ha dicho que se hallaba en su casa cuando todo sucedió, lo que refrendó su hermano, declarando que estaba durmiendo a la hora que se produjo.


Sería una mochila la que llevaría a Zougam, la cual no quedó claro si la detectó la inspección de los trenes en las horas posteriores a los atentados o apareció después, en una segunda revisión. En la comisaría de Vallecas se descubre en dicha mochila una tarjeta SIM y un teléfono móvil a los que se siguió el rastro que conduciría a los investigadores al locutorio regentado por Jamal. 


Se le acusó de vender las tarjetas usadas para los teléfonos móviles relacionados con el 11-M pero unos años después el empleado del local Abderrahim Zbakh declaró que fue él quién vendió las tarjetas a dos individuos a los que nunca antes había visto. Mohamed Bakkali, socio de Zougam, corroboró el testimonio de Zbakh añadiendo ambos que Zougam ni siquiera se levantó de su asiento para hablar con los dos individuos, aparentando no conocerles (uno de ellos era Jamal Ahmidan).

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