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Foto del escritorAdolfo Estévez

Los rastreadores de la COVID

Actualizado: 17 mar 2023

Son los detectives de la pandemia, el recurso más útil para frenar su propagación hasta que lleguen las vacunas

Dos personas con trajes especiales analizan muestras
Los organismos oficiales se contradicen

La propia OMS (Organización Mundial de la Salud) ya indicó hace cuatro meses que observaba una clara inactividad gubernamental teniendo en cuenta la amenaza que se cernía entonces sobre la humanidad. Lamentablemente, hemos podido comprobar cómo se cumplían sus estimaciones más pesimistas. Aún así, dicen que lo peor está por llegar.


Claro que la propia OMS emitía mensajes contradictorios como no recomendar el uso de la mascarilla en un primer momento, salvo en los casos ya diagnosticados, para pasar después a decir que toda la población debiera usarla, por precaución.


Cada día se supera el dato de la jornada anterior en cuanto a contagiados y defunciones, a escala mundial, pero lo cierto es que aún se puede invertir la marcha de la COVID-19, ahora bien, no solo es responsabilidad de los Gobiernos, también de los ciudadanos a título individual.


Por muchas medidas que se recomienden, si en la práctica diaria se saltan, pensando que podemos burlarnos de la enfermedad o que ésta ya ha pasado, por el hecho de haber bajado el número de casos, entonces estamos irremediablemente abocados al desastre.



Medidas de prevención de cara a la galería

Hombre con mascarilla

Como antes decía, la medida más conocida por la población es el uso de la mascarilla.


Casi todos los ciudadanos tienen ya claro que han de llevarla cuando salen a la calle, pero pareciera haberse convertido en una prenda más de la ropa que ponerse y quitarse a voluntad que una herramienta de protección sanitaria (sin garantías de que se esté renovando las veces que debe hacerse). Pueden verse a numerosas personas que solo se cubren la boca cuando han de cubrir también la nariz o quiénes no la cambian cuando se ha humedecido.


Se están generalizando las de tela, primando el diseño a su efectividad. Por lo tanto, basar la protección universal únicamente en la utilización de la mascarilla sería un gran error. Lo ideal sería combinar el uso de la mascarilla con la actividad de los técnicos en inteligencia sanitaria o como comúnmente ya se les conoce: los rastreadores.


¿De poco sirve colocar un bote de gel hidroalcohólico en la puerta de un establecimiento o guantes si casi nadie los usa? Los dueños de los comercios los colocan en la entrada y así pueden alegar que cumplen con las medidas pero muchos clientes no los utilizan y son pocos los propietarios o gerentes de esos comercios que les llamarán la atención por miedo a perder clientela en un momento tan crítico como el actual para la economía media.


En todo tipo de establecimientos debiera colocarse el cartel de "Obligatorio el uso de guantes y mascarilla, los cuales se encuentran a disposición del cliente en recepción. Igualmente, a la salida, cuentan con gel hidroalcohólico para que se lo apliquen". De este modo, la clientela no se molestaría porque el material se lo proporciona el local y además le regalan una dosis de gel desinfectante por el detalle de haberles visitado.


La estrategia comercial no tiene por qué estar reñida con la salud; pueden compenetrarse

Confiemos en que, al menos, desinfecten adecuadamente los artículos que esas personas irresponsables han tocado puesto que otros clientes lo harán también, con lo que pueden ser foco de contagio.


En muchos comercios de todo tipo, lo que se ofrece al entrar en el local es una simple solución de agua con un poco de colonia (en algunos casos colocan la palabra "higienizante" al lado). Pero en la mayoría de los casos, ciertamente los responsables de esos negocios se preocupan por ofrecer verdadero desinfectante de manos, pero vemos como la mayoría de personas se echan tan solo un poco en las manos, insuficiente para desinfectarlas como es debido.


¿Es lógico que se pida a los ciudadanos que mantengan la distancia social en las playas y después todos coincidan en un chiringuito o bar apelotonados? Lo mismo puede verse en no pocos medios de transporte. ¿Se comprueba si los metros que se dieron de más a las terrazas de verano para respetar el distanciamiento no se está usando realmente para colocar más mesas? Y qué decir del aforo en algunas discotecas, donde no solo no se contempla el distanciamiento entre personas sino que en redes sociales pululan vídeos de fiestas multitudinarias sin medidas de ningún tipo.


Me consta que la mayoría de propietarios de salas de fiesta y negocios de hostelería están siendo suficientemente responsables, incluso en algunos casos las medidas son extremas, todo sea por garantizar la salud de sus clientes. Pero no sucede así en todas partes y es algo que debe prevenirse, ¿de qué modo? Rastreando las redes sociales en busca de eventos a los que se convoque a muchas personas que después se comprobará si en efecto cumplen con lo dispuesto por el Ministerio de Sanidad para frenar la pandemia.


Con respecto a los protocolos: la ciudadanía sigue sin tener claro del todo dónde acudir o qué hacer si sospechan que pudieran haber contraído la enfermedad. ¿Tienen todos los centros sanitarios suficientes medios como para hacer frente a una segunda oleada del coronavirus? Vemos a médicos y enfermeros manifestarse alegando que se les está explotando (exceso de horas por salarios miserables) y aún así continúan adelante como los excelentes profesionales que son, pero están llegando a un nivel de saturación extremo.


Sigue sin haber suficiente personal como para evitar el agotamiento de los profesionales de la sanidad en una nueva oleada del coronavirus

Todas las preguntas anteriores debieran ya tener respuesta y la tendrían de haber suficientes inspectores que comprobaran sobre el terreno si se reúnen las condiciones idóneas para enfrentar un nuevo embate de la pandemia. Pero ni hay dichos inspectores ni tampoco rastreadores que detecten a todas las personas que entraran en contacto con los casos positivos para confinarles y realizarles pruebas que impidan una mayor propagación del patógeno.


No nos engañemos: a estas alturas, todos los ciudadanos saben muy bien lo peligroso que es el virus y la conveniencia de tomar medidas individuales. Pero la desidia, la incomodidad o simplemente la irresponsabilidad de quiénes se creen unos valientes pudiera llevarnos a la peor crisis de nuestra especie desde la Segunda Guerra Mundial.


Afortunadamente, son muchos más los que actúan con responsabilidad pero unos pocos insensatos son suficientes para que entremos en caída libre hacia el precipicio. Día tras día, aprovechando las vacaciones de verano o los fines de semana, vemos en los noticiarios la celebración de fiestas y reuniones en las que prima la falta de medidas protectoras. Lo que parece no entender estos individuos es que no es solamente su salud la que está en juego, sino también la de las personas de su entorno familiar o de amistades y compañeros de trabajo, alguno de los cuales pudiera ser de riego, esto es, tener una patología por la que un contagio del coronavirus resultaría muy peligroso.


Se ha dicho hasta la saciedad, pero conviene recordarlo una vez más: el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se transmite por el aire mediante las gotas de saliva que salen de nuestras bocas cuando hablamos, estornudamos, tosemos o incluso cuando respiramos. Al inspirar aire y exhalarlo, las partículas conteniendo el virus pueden salir de nuestro cuerpo e infectar a otras personas; más allá de dos metros y medio resulta muy extraño - en circunstancias normales -, que se alejen esas partículas, de ahí que se diga que la distancia entre personas sea esa. Pero vemos lugares donde la separación es de tan solo un metro o ni siquiera eso.


Por lo tanto, es de suma importancia conocer el origen de cualquier brote investigando mediante llamadas telefónicas y sobre el terreno, lo que permitirá conocer cómo se transmitió y cuántas personas pudieran haberse visto afectadas. El problema está en los asintomáticos que no experimentan ningún síntoma, pero son portadores del virus. Resulta, evidentemente, muy complicado detectarlos.



Rastreadores: los detectives de la pandemia

Mujer con mascarilla en un lugar concurrido

En España (y en otros Países) se ha llevado a cabo un estudio de seroprevalencia, a 36.000 personas, para comprobar el verdadero alcance de la enfermedad (se calcula que en realidad la han padecido más de 2.350.000 personas, solo en España). En el estudio se estima el porcentaje - con respecto a la población general -, de los contagiados a nivel provincial y cómo se transmite.


Una tercera parte de los infectados son asintomáticos, por lo que pudieran estar propagando el virus sin saberlo

Los técnicos en labores de inteligencia sanitaria o rastreadores ayudarán, notablemente, a reducir la propagación del virus. ¿Cómo pueden hacerlo? De una forma muy laboriosa pero efectiva: se les pregunta a las personas que se han contagiado por todos aquellos con quiénes hayan contactado en la última semana a quiénes se localizará y aislará, realizándoles las pruebas pertinentes para comprobar si están contagiados.


El problema es el escaso número de rastreadores con lo que ahora mismo es imposible abarcar toda la población si queremos librarnos de verdad del coronavirus. Y no solo tenemos esa carencia en España, sucede en otros muchos Países. Pocos son los que se han puesto las pilas como Alemania, donde sí hay suficientes técnicos. Lo normal es que haya cuatro rastreadores por cada 5.000 personas, según la Universidad Johns Hopkins (81 por cada 100.000 habitantes). En cambio, en España, con una población de 47 millones de habitantes, solo hay 3.533 rastreadores, lo que equivale a uno por cada 12.000 habitantes (en Alemania hay el triple y no por contar con más medios, sino porque han sido más previsores).


Si de cada caso positivo, en el rastreo que se haga de otros posibles casos entre las personas con las que entrara en contacto días atrás, se detectan tres positivos más, sería motivo para la preocupación. En España, se observa un incremento muy preocupante de los casos a mediados de julio: la segunda semana había un 41% más casos que la anterior y la tercera un 24% más, con lo que se observa una curva ascendente, con 971 nuevos casos en la última jornada (Nota de Redacción: dato de la fecha en la que se publica la presente actualización).


Los rastreadores son, la mayoría, enfermeros recién graduados, con una gran presión psicológica puesto que son conscientes de que si se les escapa alguna persona contagiada pudiera dar lugar a un nuevo brote, y nunca se sabe cuál será el peor. Es mi opinión que se podría liberar parte de esa carga formando a técnicos que lleven a cabo labores de información siguiendo las indicaciones sanitarias, pero sin necesidad de que sean profesionales de la sanidad. El supervisor del equipo del que formen parte si es conveniente que sea un enfermero ya que será quién determine los parámetros que deben seguirse en cada rastreo.


Digamos que mientras los médicos se ocupan de los casos que han dado positivo, los enfermeros que supervisan los equipos de rastreadores, en base a la comunicación fluida que mantengan con los facultativos, trasladarían las instrucciones a sus equipos para que busquen. Si el componente de un equipo tiene dudas, se la hace saber al enfermero y problema resuelto, por lo que no es necesario que los rastreadores sean también sanitarios, pudiendo así derivar a estos profesionales a donde más falta hacen: los centros de salud y hospitalarios, aliviando su falta de personal.


¿Qué tendrían que buscar realmente los rastreadores? Si alguien da positivo, tanto si es hospitalizado como si no, deberá buscarse a quiénes pudieran haber coincidido en el mismo lugar que ellos, la última semana. Si cogió un medio de transporte, cuál y a donde se dirigía, en especial si recuerda que hubiera personas en un radio de dos asientos y cuantos datos sean útiles, incluyendo si ha sido atendido por alguien que le haya cuidado por la razón que sea (una dolencia o lesión, servicio doméstico…)


El problema surge cuando se desconocen los datos de las personas con las que se contactó y ello obliga a llamar a la empresa o entidad de la que se trate, recabando información en el lugar. No resulta fácil la colaboración puesto que debido a la crisis económica que vivimos, no pocos dueños de comercios, talleres y cualquier otro negocio, más si es pequeño, temen que les cierren. En estos casos se debe contar con la ayuda de los Cuerpos de Seguridad a quiénes habría que adiestrar sobre técnicas de labores de inteligencia sanitaria (entiéndase, qué preguntas hacer y cómo proceder en estos casos).


Los agentes realizarían investigación de campo y elaborarían el informe correspondiente para el enfermero jefe del equipo de rastreo que le encargara el trabajo. Por ello, insisto en la necesidad de formar a los agentes de las Fuerzas de Seguridad, en estos tiempos tan complicados en los que la pandemia se ha impuesto en nuestras vidas, sobre cómo llevar a cabo esas investigaciones y cómo redactar los informes de resultados. Además, podrían realizar sus propias investigaciones buscando lugares donde se convoquen reuniones masivas e irresponsables no respetando las medidas higiénico-sanitarias y por ello cometiendo una infracción grave, que pudiera desembocar en un nuevo brote.

Luego tenemos algunos autónomos que, al depender de sí mismos, se resisten a colaborar ya que aislarse les perjudicará económicamente. Los agentes también podrán investigar quiénes son y las rutas que hayan seguido por su trabajo (por ejemplo, camioneros, repartidores, etc.) En los Países orientales que primeramente se vieron afectados por el coronavirus era la forma de proceder. Además, los agentes tienen la particularidad de que, si alguien se niega a colaborar, alegando que puede acogerse a la Ley de Protección de Datos, remitirán un auto al juez de instrucción que les autorizará a recabar esa información acelerando las indagaciones.


El problema añadido es que los Cuerpos de Seguridad adolecen del mismo mal que la Sanidad: la falta de personal. Las labores de seguridad ciudadana no pueden dejarse de lado, como tampoco la atención sanitaria por otras patologías, así que no les queda más remedio a los Gobiernos que incrementar los funcionarios y empleados de uno y otro sector, aunque mientras eso se produce, pudieran repartirse la tarea de rastreo.


Teniendo en cuenta que la Unión Europea finalmente ha librado una importante cantidad de dinero para España y su recuperación económica, el Gobierno debiera emplear el capital que fuera necesario para robustecer el sistema sanitario incluyendo la contratación de suficientes rastreadores. De no hacerlo, se habrá perdido una oportunidad de oro para frenar en seco el avance de la pandemia, oportunidad que no se va a repetir puesto que ha costado mucho esfuerzo diplomático conseguir que los socios europeos estén de acuerdo en que se libre ese dinero. ¿Qué mejor modo para reconstruir la economía que invertir en Sanidad para evitar que una nueva oleada del virus arruine a las empresas que han soportado el primer golpe?


¿Qué se hace una vez que se ha detectado un posible nuevo caso positivo? Cómo he dicho anteriormente, lo primero es comunicárselo al sanitario responsable del equipo de rastreo quién después será el que hable con el individuo y tranquilizarle explicándole lo que debe hacer, como sobrellevar el aislamiento al que se verá obligado a someterse así como las pruebas que le harán y cuándo. Llevará un seguimiento durante el confinamiento para que, en el caso de que muestre síntomas de empeoramiento, se proceda a enviarle un transporte que le conduzca a los servicios de urgencias. También será quién le notifique si las pruebas han dado negativo (el aislamiento dura, al menos, dos semanas, realizándoles dos pruebas; el primer día y a los catorce días).


Hablo de la conveniencia de formar a componentes de los Cuerpos de Seguridad como rastreadores por si se les requiriera, pero lo cierto es que no todos los que se dedican a esta labor son actualmente sanitarios. También hay cientos de auxiliares administrativos, pero son insuficientes y además sometidos a una carga enorme de trabajo (con turnos de entre ocho y doce horas seguidas) con salarios paupérrimos y desde luego no está solucionando el problema.


En España, la gestión de la pandemia debiera estar centralizada: no es aceptable que unas Comunidades Autónomas tengan suficientes rastreadores y otras, en cambio, carezcan de los necesarios con tan elevado número de brotes. Un ciudadano lo es tanto en Cataluña como en Madrid o Andalucía y no entenderá que por el hecho de estar en un territorio u otro, tenga mayor o menor protección por parte de las Autoridades.


El Instituto de Salud Carlos III actualiza constantemente los datos de la COVID-19 en España, incluyendo la capacidad de las Comunidades Autónomas para rastrear nuevos posibles casos; Cataluña, la más afectada por los actuales rebrotes del virus, cuenta con tan solo 143 rastreadores (a fecha de hoy), mientras Castilla-La Mancha, con poco más de dos millones de habitantes, tiene 427, señal de que las autoridades regionales han sido suficientemente previsoras. Con una población de 7,5 millones de personas que tiene Cataluña, necesitarían casi 1.600 técnicos. El Gobierno regional dice que contará de inmediato con más de 200 rastreadores y la previsión de superar los 500 en cuanto les sea posible. El caso es que el virus sigue expandiéndose y no sabemos cómo porque no hay suficientes técnicos que investiguen el origen de los brotes que están surgiendo.


Ahora en verano, los jóvenes de entre 20 y 25 años son el segmento de la población que está resultando más problemático ya que se están dando muchos casos de fiestas de grandes reuniones sin usar mascarilla y sin distanciamiento. Cuando se les pregunta, lo niegan todo; es como una aventura de verano que creen podrán recordar con una sonrisa en la cara. Tal vez sería conveniente mostrarles el padecimiento de muchas personas que pasaron semanas postrados en una cama de la UCI de un Hospital, boca abajo, con un respirador, temiendo por su vida. Una de las grandes lacras de la humanidad es lo rápido que olvidamos.


Los casos de jóvenes que han dado positivo y que participaron en fiestas son de gran complejidad porque entraron en contacto con decenas de personas, algunas de las cuales ni conocían, al verles por primera ves en esos encuentros.


Luego están quiénes se han realizado una PCR y creen que, por haber dado negativo ya son invulnerables porque han desarrollado anticuerpos, cuando se están dado casos de personas que dieron negativo, pero al cabo de un par de semanas, cuando se les realiza una segunda prueba por precaución, dan positivo.



¿Por qué se les llama rastreadores?

Auriculares junto a un teléfono fijo

Trabajan pegados a un teléfono, con sus auriculares para ori mejor a sus interlocutores como si fueran teleoperadores.


Su función es rastrear rastrear, de ahí su nombre común, pero lo cierto es que se trata de una derivación del inglés ya que en los Países anglosajones les conocen como “scouts”, sí, como los famosos boy scouts. Es una palabra que significa “explorador” pero en España se les ha denominado rastreadores, probablemente porque explorador sonaba demasiado extraño para esta nueva labor profesional nacida de la pandemia.


La denominación exacta debiera ser “técnico en inteligencia sanitaria” ya que usa la técnica MEDINT (Medical Intelligence) al igual que hay otras para otros ámbitos en lo que a labores de recabar información se refiere: HUMINT (Human Intelligence, la de los espías y agentes de Servicios de Información), SOCMINT (Social Media Intelligence) para quiénes recaban datos en redes sociales, etc.


En lo que a la sanidad se refiere, este tipo de técnicos ya han llevado a cabo esta labor en numerosas ocasiones con otras pandemias localizadas en diferentes zonas del Mundo. Pero el coronavirus es global y ha desbordado la capacidad de los sistemas sanitarios por lo que se está formando, como decía antes, a auxiliares administrativos en ayuda de los enfermeros y auxiliares de clínica que hasta el momento se han dedicado a este trabajo.


Tenemos también el eterno problema de la descoordinación, de la que se quejan no pocos médicos al no llegarles los datos a tiempo con respecto a nuevos posibles casos o pasar antes por otros filtros cuando se supone que son ellos quiénes han de establecer los protocolos adecuados. Y este hecho es esencial si se desea de verdad frenar la pandemia, puesto que un solo día que no se comuniquen los datos puede dar lugar a una notable expansión de la enfermedad.


Por otro lado, a las personas a las que se les ha pedido que se queden en sus casas por precaución ¿se vigila que respeten el confinamiento doméstico? La respuesta es que no, en la mayoría de los casos, ya que también hay una notable descoordinación entre las instituciones sanitarias y las de seguridad, o habría que decir falta de comunicación.


El Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias de España reconoce que solo se conoce el origen de un tercio de los nuevos contagios

Concluyendo, se necesitan muchos más técnicos en inteligencia sanitaria o rastreadores, como queramos llamarles, no poniéndose de acuerdo los diferentes organismos internacionales sobre cuántos son necesarios. Cómo suele decirse (y el dicho viene que ni pintado), más vale curarse en salud por lo que cuántos más técnicos haya, mejor. Es por lo que el Ayuntamiento de Barcelona ha ofrecido al Gobierno regional de Cataluña su plantilla de teleoperadores para colaborar en las tareas de rastreo de nuevos posibles casos.


También se ha ofrecido el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de Cataluña y hablamos de más de 12.000 profesionales que además cuentan con conocimientos sanitarios. Su ayuda sería inestimable en el rastreo de casos de la enfermedad. Incluso algunas grandes empresas han ofrecido igualmente a sus teleoperadores.


Pero tenemos más posibilidades, además de lo que reseñaba anteriormente acerca de los agentes de Cuerpos de Seguridad: los estudiantes de medicina, los de enfermería y no nos olvidemos de los voluntarios de protección civil, cuya labor durante los meses de cuarentena ha sido de gran importancia y en cambio pocas veces se les mencionó. Además, se podría contar una vez más con las Fuerzas Armadas, cubriendo así la demanda actual de técnicos.


Ya hemos visto como los militares han llevado a cabo una ingente labor durante la pandemia, con lo que de nuevo pudieran volver a ser empleados en un nuevo y eficaz servicio a la sociedad.


En definitiva, se pueden tomar medidas efectivas, pero depende no solo de la responsabilidad colectiva e individual, también de una verdadera intención de la Administración por solucionar el problema y de tener clara la amenaza que no es otra que la pandemia. No es el momento de contiendas partidistas sino de ofrecer un verdadero servicio a la ciudadanía; a fin de cuentas, son los ciudadanos los que pusieron en el puesto que ocupan a los políticos a los que ahora les toca tomar decisiones cruciales.

 

El artículo original se publicó con fecha de 04-07-2020 pero ha sido actualizado por el equipo de redacción de RSW.

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