2022 ha sido el año con más olas de calor de la Historia. Pero se acerca el invierno al hemisferio norte con previsibles olas de frío
Las Conferencias de la ONU sobre el Cambio Climático solo sirven para informar al Mundo del deterioro medioambiental, ya que no suelen salir de esos encuentros medidas efectivas para contrarrestar el daño causado.
El hemisferio norte está saliendo de un verano muy largo y extremadamente caluroso, mientras el hemisferio sur termina un invierno con olas de frío extremo inusitadas.
Parece que será lo habitual a partir de ahora, por lo que prima saber cómo podemos protegernos tanto de olas de calor como de las de frío.
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Las olas de calor del siglo XXI
España es un país caluroso, qué duda cabe. Los turistas agradecen las buenas temperaturas de todo el año, salvo excepciones en el interior de la Península y en determinados momentos.
La temperatura media en España, en 2017 (el más caluroso de la Historia) fue de 16,2 grados; en 2022 lo está siendo de 16,5 (hasta el mes de octubre).
Resulta agradable para la inmensa mayoría de visitantes del norte de Europa que están acostumbrados a temperaturas más frías. Sin embargo, el aumento de la temperatura media lo que indica es que el clima está cambiando.
En el siglo XXI están siendo más frecuentes las olas de calor infernal en verano en el Mediterráneo y en otras regiones del Mundo. Para saber cómo afrontar un calor extremo sin que pase factura a nuestra salud:
Las peores olas de frío de los últimos cien años
Con respecto al frío polar, lo cierto es que no es tan extraño como el calor extremo en verano.
El invierno de 1944-45 fue uno de los peores de la Historia de España, con lo que no es propio del presente siglo, a diferencia de lo que sucede con el calor.
A mediados del siglo XX, los españoles (recién salidos de una guerra civil y por lo tanto con escasos recursos) debieron soportar medias de 15-16 grados bajo cero, pero sin la calefacción moderna de los tiempos actuales.
Debe hacerle gracia a nuestros mayores de 80 años de edad oir la preocupación que suscita hoy en día la posible falta de suministro energético para calentar nuestros hogares.
La temperatura más baja registrada en España es 32 grados bajo cero en el lago Estany Gento (Provincia de Lleida), durante la ola de frío de 1956; en los Pirineos, en zonas dehabitadas, se llegaría a alcanzar los 50 grados bajo cero.
La cosecha de olivos se perdió, lo que resulta inaudito puesto que los olivares soportan bajas temperaturas, pero evidentemente, no tan bajas. Por debajo de los cinco grados bajo cero los olivos paran su producción por lo que, si el temporal de frío se alarga demasiado, la producción se pierde.
Una nueva y terrible ola de frío sacude el País en 1971, si bien la situación económica era mucho mejor para soportarlo.
1983 sería de los peores inviernos que se recuerdan en España. La temperatura media en febrero de aquel año bajo a casi siete grados bajo cero durante diez días, afectando a casi la totalidad del País.
Se considera ola de frío cuando dura tres días o más y afecta a un amplio territorio
Peor sería la del mes de enero de 1985, con temperaturas que rebasaron los siete grados bajo cero y una zona afectada aún mayor que dos años antes (solo cinco Provincias de las 50 españolas se escaparon de los efectos de la ola de frío). No solo es la que más territorio abarcó sino también la que más daños causó con pérdidas multimillonarias en la agricultura de las que costó mucho recuperarse; la producción de naranjas del Mediterráneo se perdió en su totalidad.
Ya en el siglo XXI, sería el 2001 el que vería las temperaturas más bajas. En España, 32 Provincias se verían seriamente afectadas por la intensa ola de frío, con temperaturas que superaron los ocho grados bajo cero durante más de dos semanas.
La pequeña Edad de Hielo
En la capital de España, Madrid, la temperatura más baja registrada pertenece al siglo XIX y no un mes de invierno sino de otoño, Noviembre: los termómetros bajaron a 12,5 grados bajo cero.
Si es en nuestro siglo cuando más calor hace desde que tenemos registros históricos, no sucede lo mismo con el frío, como ya hemos visto.
La Historia nos da buenos consejos de lo que debemos hacer y lo que no para protegernos.
Hace siglos llegamos a vivir la conocida como “Pequeña Edad de Hielo”, al parecer fruto de erupciones volcánicas (siglo XIV-XVIII). Fueron décadas muy frías que motivaron que no creciera casi nada en los campos con la consiguiente hambruna y pandemias como la de peste bubónica.
Hubo guerras como en China, donde la reacción en cadena provocada por el frío extremo derrocó a la dinastía reinante: los campesinos, que no podían pagar impuestos puesto que sus cosechas se habían helado, se rebelaron contra sus señores, alzándose al poder la nueva dinastía Ming que gobernó durante tres siglos.
Algo similar sucedió en Europa Occidental, pues la ola de frío era global: la crisis agraria provoca que las potencias emergentes se alzaran contra los grandes imperios, éstos últimos (como el hispánico), ya de por sí debilitados por la misma razón.
La Guerra de los Treinta Años, en la primera mitad del siglo XVII, supuso el declive del Imperio Español y su relevo hegemónico a cargo de Francia que supo aprovecharse de la debilidad económica española.
Curiosamente, el apogeo hispánico coincidió con el momento más crudo de la Pequeña Edad de Hielo, entre 1560 y 1660, pero ese esfuerzo sobrehumano que llevaría a España a ser la dueña de medio Mundo durante más de cien años le pasó factura.
Las bajísimas temperaturas con las consiguientes crisis del campo sin que se modernizaran las técnicas agrícolas (como si hicieron otros Países tales como Holanda) llevó a la ruina al campesinado español, la base de la economía del País. Sin dinero no podían comprar con lo que el comercio también se resintió y sin poder recaudar impuestos, la Corona de España no pudo mantener su enorme gasto militar, hundiéndose el Imperio.
En Murcia, donde muy raramente nieva en la actualidad, en aquella época existían los llamados “pozos de nieve” que recogían hielo para venderlo después, durante todo el año; podemos pues hacernos una idea de lo que supuso aquella superola de frío de varios siglos de duración.
¿Os imagináis un río tan caudaloso como el Ebro congelado? Se necesitan temperaturas muy bajas (por debajo de los diez grados bajo cero) y que se mantengan durante muchos días para conseguir helar un río con tanto caudal. Pues durante la Pequeña Edad de Hielo se congeló varias veces.
Ya en el siglo XIX la climatología comenzó a cambiar pero en las primeras décadas aún perduraba la situación de siglos anteriores. Fue el crudísimo invierno de 1812 el que motivó que Napoleón se tuviera que retirar de Rusia derrotado por tan adversa climatología.
A finales del siglo XIX comenzó un nuevo período más cálido, que todavía dura, y que los registros históricos no recordaban desde el siglo XIV. Aquella etapa de clima más benigno comenzó en el siglo X. Fue en esa época en la que los vikingos, que vivían en una zona tradicionalmente fría, salieran de sus poblados para llevar a cabo sus razzias por toda Europa e incluso colonizaran Groenlandia.
Cómo protegerse de una ola de frío
Cómo vemos, el clima ha marcado la Historia. Pero estamos viendo que el planeta se calienta, no al contrario, lo que no significa que no vayamos a padecer intensas olas de frío.
Seguiremos teniendo inviernos hasta que llegue un momento que sean tan cortos que nos parezcan más otoño. Eso sucederá dentro de unas pocas décadas, si el cambio climático sigue alterando la corriente del viento polar que es la que mantiene equlibrado el clima en todo el Mundo.
MIentras llega ese drástico cambio climático, las olas de frío se sucederán e incluso pudieran ser más extremas por la misma razón: la alteración del chorro de viento procedente del Ártico. De hecho, en el hemisferio sur, el invierno ha sido especialmente crudo en 2022.
Vamos con una serie de recomendaciones que creemos te serán útiles:
No te expongas innecesariamente al cambio brusco de temperatura. No dudes en buscar refugio o quédate en casa; no te aventures, sin necesidad, pues podrías pasar un mal rato.
Si te ves obligado a soportar gélidas temperaturas, ya sea por tu trabajo o por cualquier otro motivo, cubre tu cabeza, boca y cara con un gorro y una bufanda o forro polar. Evitará que te entre el aire frío en los pulmones, lo cual no es nada bueno y si notas algún problema respiratorio, acude inmediatamente a un centro de salud.
Al regresar a casa, no te arrimes de inmediato a la calefacción o la chimenea ni te des una ducha caliente. Tienes que dejar que el cuerpo y, sobre todo, la piel, se adecúen a esa temperatura más alta, pues un contraste brusco no es bueno.
Enciende el humidificador si tienes la calefacción puesta en la casa para que el ambiente no esté reseco.
La gripe viene con fuerza y no estamos inmunizados frente a la última cepa porque nos aislamos gracias a la mascarilla con la que nos protegíamos de la COVID-19. Por lo tanto, usa mascarilla cuando lo creas conveniente, sin que te de vergüenza (muchos se la han quitado simplemente porque la mayoría lo hace).
No te hagas el valiente: usa siempre ropa de abrigo, cuando salgas a la calle, durante el invierno. Incluso no te olvides de ponerte un pijama, más si quieres ahorrar energía bajando la temperatura de la calefacción. En especial, los niños y ancianos han de ir bien protegidos.
Nada de bebidas frías durante el invierno, consume platos y bebidas calientes (no es necesario ni prudente que estén ardiendo).
Come más futa, verdura, legumbres, cereales integrales y más proteínas porque sus nutrientes refuerzan tu sistema inmunitario, necesario para prevenir los resfriados o la molesta gripe.
Si eres de los que va a todas partes con el portátil, protégelo dentro de una mochila o maletín ya que un frío extremo puede inutilizarlo, no por la temperatura sino por la humedad. Y cuando llegues al trabajo, la Facultad o tu casa, saca el ordenador pero espera un poco antes de encenderlo para que se aclimate. Debes saber que el cableado pudiera estar rígido por el frío así que espera un cuarto de hora, por lo menos.
Bebe mucho líquido, pues ayudará a que la piel esté hidratada, El frío estrecha los vasos sanguíneos para evitar la fuga de calor interno del organismo, pero deja la piel vulnerable, deshidratada, al no recibir los suficientes nutrientes a través de la sangre que le llega, puesto que el volumen se reduce. Por esta misma razón, aplícate crema hidratante, mañana y noche al menos.
No dudes en realizar limpieza de la cara con algún producto hipoalergénico, que menos que una vez al día, por la mañana. Aplícate también protección solar, aunque sea invierno e incluso estando nublado. El sol es más traicionero de lo que crees. Por ello, usa a diario un protector labiar también, porque los labios se resecan mucho con el frío y el viento gélido.
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