Sucedió en Nueva Zelanda a cargo de un lobo solitario del ISIS
El 3 de septiembre de 2021 se produce el primer atentado en un País de estilo de vida occidental, tras el regreso de los Taliban al Gobierno de Afganistán.
Es viernes, 14:00 horas, en Auckland (Nueva Zelanda); un individuo llamado Ahamed Aathill Mohamed Samsudeen, de 32 años, entra en un supermercado y, tras coger un cuchillo de grandes dimensiones de una estantería, comenzó a asestar puñaladas a los clientes que se encontraba a su paso. Ha causado seis heridos, tres de ellos en estado crítico.
La Policía neozelandesa impidió que el ataque fuera de mayor gravedad, ya que en tan solo 60 segundos los agentes dispararon y lo abatieron. Le tenían vigilado desde hacía tiempo.
En marzo de 2016, se inició una investigación policial cuando se detecta que compartía vídeos e imágenes de inclinación islamista radical, a la vez que profesaba su apoyo a los terroristas. Tras ser advertido cerró su cuenta en las redes sociales, para volverla a reactivar meses después.
Manifestó su deseo de viajar a Siria para luchar por el Daesh, aumentando considerablemente su consumo de propaganda yihadista.
La prevención debe de estar enfocada a que, con los suficientes indicios, algo no pase, o a que se actúe con diligencia en el caso de que suceda. Es decir, si no puede evitarse el suceso, al menos sí que se agrave. Pero para ello debe contarse con la plena coordinación entre las instituciones policiales y judiciales.
En mayo de 2021, el terrorista fue acusado de poseer propaganda del ISIS por lo que se le mantenía bajo vigilancia policial debido a que el Tribunal Supremo consideró que no había los indicios necesarios para mandarlo a prisión, como pedía la fiscalía.
El yihadista era originario de Sri Lanka, llegando a Nueva Zelanda en el año 2011 con un visado de estudiante, siéndole concedida la condición de refugiado en el 2013.
Actuó como un “lobo solitario” en una ciudad que lleva paralizada desde el 17 de agosto en el que se detectó el primer caso de la variante delta de la COVID-19, lo que promovió el confinamiento de la población, abriendo solo los servicios esenciales como el supermercado en el que ocurrieron los hechos.
El atentado se produce justo después de la retirada de EEUU de Afganistán
En la lucha por la supremacía del yihadismo global, el Daesh ha vuelto a golpear a Occidente, en un momento crucial, de gran repercusión y publicidad para su organización, aprovechando sus "lobos solitarios", así como las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.
31 de agosto de 2021 será la fecha marcada en los anales de la historia, por ser el día en el que los Estados Unidos completó la retirada de sus tropas de Afganistán tras veinte años de presencia en el país, quedando de nuevo bajo control total de los Talibán.
El moderno terrorismo yihadista se originó mucho antes, en los años 80, tras la marcha del ejército soviético de Afganistán, surgiendo un movimiento insurgente cuyo fenómeno se consolida en los 90, con su expansión global ya en el presente siglo.
Serían los macroatentados del 11-S (11 de septiembre de 2001) cuando la organización terrorista Al-Qaeda pasaría a convertirse en el máximo exponente del terrorismo internacional.
Con motivo de la guerra civil en Siria, en 2013 se origina el ISIS, tras una escisión de la red Al-Qaeda, propagándose al País vecino, Irak, en 2014, proclamándose el "Estado Islámico", cuyo nombre ofendía a millones de musulmanes pero con el que sería conocido en todo el Mundo.
Sin embargo, el entramado terrorista del desaparecido Ben Laden ya llevaba una década en Irak, enfrentándose a las tropas de los Estados Unidos, desde la invasión norteamericana en 2003.
Desde que en 2018 se produce el derrumbe del pseudoestado islamista del ISIS, el foco antiterrorista en la Región se hallaba de nuevo en Afganistán. Ahora, con la salida definitiva de los soldados estadounidenses, los talibanes se han hecho por segunda vez con el control.
Hablamos del mayor productor de opio del Mundo, lo que requiere de una distribución global y la red Al-Qaeda, aliada de los talibanes, es la mejor posicionada para asegurarla. De renovarse este pacto, la organización liderada por Ayman Al-Zawahiri (que se cree se halla refugiado en algún lugar de Afganistán), pasará a ser la predominante, si bien el Daesh se resiste a darse por vencido.
Esta situación supone un riesgo alto de nuevos atentados con el objetivo de convertirse en garantes del yihad global. Se trata de la Fitna o guerra civil yihadista que se libra desde 2013, cuando el ISIS fue expulsado del entramado de Al-Qaeda. El problema añadido es que se carece de inteligencia recabada sobre el terreno que nos de una pista sobre los planes de Al-Qaeda, protegida por los talibanes afganos o del ISIS-K, que cuenta igualmente con una presencia importante en Afganistán.
El confinamiento de los neozelandeses permitió que la situación no fuera aún peor. Los ciudadanos observaron desde sus domicilios, horrorizados, las escenas de pánico filmadas y compartidas en las redes sociales, lo que, por otro lado, no ayuda en la lucha contraterrorista (la difusión de la actividad terrorista). Es lo que buscan los yihadistas: visibilidad de sus acciones en las redes para ganar preeminencia.
Por lo tanto, la amenaza sigue latente; la guardia debe seguir alta.
Daniel Rodríguez Castillo, autor del artículo, es colaborador de la Red SAFE WORLD. Responsable del Grupo Operativo de Apoyo y Prevención (G.O.A.P.) de la Policía Local de Los Barrios (Cádiz); Máster en fenomenología terrorista por la Universidad de Granada; Máster en Protección Civil y Gestión de Emergencias.
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