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Foto del escritorAlex Cross

Pilatos y Caifás: cómplices contra Jesús

Fue crucificado por rebeldía pero no se observaron las ordenanzas

Cuadro de Gustavo Doré: Cristo dejando el pretorio
Cristo dejando el pretorio (Gustavo Doré)

Jerusalén, tres del mes de aprilis (abril), del año 786 ad Urbe Condita (desde la fundación de Roma). Tiene lugar el juicio más famoso de la Historia: Poncio Pilatos, prefecto de Judea, Samaria e Idumea, ordena la crucifixión de Jesús de Nazaret.


Hay detalles que no concuerdan con la forma de proceder habitual, por aquel entonces, en casos como el de Cristo.


¿Cómo se sabe la fecha exacta del juicio y muerte de Jesús?


Se desconoce con exactitud cuando tuvo lugar la Pasión de Cristo. Los evangelios hablan de un evento astronómico tras el óbito de Jesús en la cruz, interpretado por sus seguidores como una señal de que, en verdad, era el Hijo de Dios.


Seguramente se trató de un eclipse que por entonces aún era motivo de supersticiones.


El único año (según cálculos astronómicos y registros históricos) que tuvo lugar un eclipse durante la Pascua judía, en tiempos de Pilatos, fue el año 33; el tres de abril, que cayó en “veneris dies” (viernes).


Así que la tradición de rememorar la muerte de Jesús un viernes (conocido para los cristianos como “viernes santo”) parece atenerse a la realidad.

 

Cliquea si quieres conocer detalles sobre la crucifixión

 

Un asunto diferente es el juicio. Conocer el día exacto en que se realizó no es tan fácil, pues los evangelios no resultan del todo aclaratorios.


Pilatos, como buen romano, se dejaría llevar por las supersticiones como la de que no resultaba buena idea juzgar a nadie en determinadas fechas, conocidas como “nefasti”.


En esos días inadecuados se rememoraban tragedias o hechos catastróficos, por lo que traía mala suerte (según las creencias romanas) realizar tareas importantes. Esas jornadas se dedicaban a la oración, pidiendo a los dioses que no les sobreviniera ninguna desgracia.


El día que Pilatos juzga a Jesús, si damos por hecho que se trata del día tres de abril, estaba marcado en el calendario romano como “dies comitalis”, propicio para una reunión o asamblea, para llevar a cabo la elección para algún cargo representativo o incluso para iniciar un proceso judicial.


Tenemos tres circunstancias para señalar el tres de abril del año 33 como la fecha en la que se juzga y ejecuta a Jesús:

  1. Coincide con un eclipse, recogido en los evangelios.

  2. La Luna de Pascua judía (luna llena) coincide con esa fecha.

  3. Es viernes, el día de semana tradicionalmente aceptado.

  4. Día propicio para un juicio, según el calendario romano.


Las irregularidades del juicio judío a Jesús

Maqueta de la ciudad de Jerusalén (Museo de Israel)

Se prende a jesús en el Monte de los Olivos y se le conduce a la residencia palaciega del sumo sacerdote, un trayecto que debió suponerles, al menos, una hora.


Jesús fue juzgado en primera instancia (o interrogado) en la madrugada, si hacemos caso del episodio de las negaciones del apóstol Pedro, a quién el propio Jesús le profetizó que le negaría en tres ocasiones, antes de que cantaran los gallos.


No es un dato que nos de una hora exacta porque los gallos cantan todo el día pero, de madrugada, lo usual es que lo hagan entre las tres y las cinco, anunciando un nuevo amanecer, pues tienen un reloj biológico impresionante.


En cualquier caso, está claro que se está llevando a cabo un juicio de noche, pues Caifás ha reunido a todo el Sanedrín, el consejo de 71 sacerdotes que dirime las cuestiones religiosas y civiles del pueblo, incluidas las judiciales.


Juan nos narra que de casa de Anás fue conducido a la de Caifás. Pero el primero no debiera haber intervenido ya que había dejado de ser sumo sacerdote hacía tiempo, cargo que ocupaba su yerno.

Cristo ante el sumo sacerdote (Gerard van Honthors; National Gallery, Londres)

PRIMERA IRREGULARIDAD: Anás no es el sumo sacerdote; no se debió llevar a Jesús a su presencia sin que antes hubiera sido juzgado.


Anás había sido destituido por Valerio Grato, el prefecto anterior a Pilatos, quién a su vez nombra a Caifás, su yerno, aunque no inmediatamente; antes ocuparon el cargo tres personas.


Los otros tres evangelistas no hablan de Anás sino de Caifás, a cuya presencia llevan a Jesús. El sumo sacerdote reune al sanedrín para juzgar en primera instancia a Jesús por distintos cargos, prevaleciendo el de blasfemia.


No se entiende que siendo así no le ejecutaran ellos mismos, ya que sí la pena no era de rebeldía hacia Roma, Pilatos no tenía por qué intervenir.


SEGUNDA IRREGULARIDAD: Si el cargo principal era blasfemia, la condena no era crucifixión, sino lapidación.


Los sacerdotes le habrían podido condenar a muerte, como en ocasiones anteriores con otros desdichados (también muchas mujeres acusadas de adúlteras). Así lo ordenaba el Levítico y la Misná, la ley transmitida de forma oral durante generaciones.


Ahora bien, el sumo sacerdote se debía al prefecto romano, lo que quiere decir que éste tenía autoridad para deponerle si lo consideraba oportuno. Es más, Pilatos guardaba en la Torre Antonia los ocho ornamentos sacerdotales considerados más sagrados por los sacerdotes. El prefecto solo se los entregaba durante la Pascua.


Tenemos, por lo tanto, una especie de intriga o trama, tal vez urdida por Anás, pues de lo contrario no se entiende su papel en esta tragedia, salvo que instigara por considerar a Jesús alguien contrario a sus intereses. Pero ¿qué intereses eran esos?


El Templo de Jerusalén era una empresa muy rentable que manejaban los sacerdotes, obteniendo enormes sumas de dinero procedente de impuestos a los mercaderes que vendían animales para los sacrificios, perfumes o a los cambistas. El Templo recibía también numerosos donativos que los fieles hacían.


Sin duda, los prefectos romanos no eran ajenos a ese botín, lo que nos hace comprender por qué se preocupaban por nombrar o deponer a los sumos sacerdotes. Si éstos rendían cuentas a la autoridad romana, les informarían también de sus negocios.


El imperio romano mantenía sus legiones con recursos de los países que conquistaban, por lo que un negocio tan boyante como el del Templo de Jerusalén no pasaría inadvertido.


TERCERA IRREGULARIDAD: Según los evangelios, se condujo de inmediato a Jesús ante Pilatos para que le condenara cuanto antes. No se respetó la norma de esperar un día para reflexionar o que los abogados defensores (que eran escogidos entre los sacerdotes) hallaran pruebas de una posible inocencia.


La Halajá (conjunto de leyes, normas, reglas y mandamientos de la ley judía) dejaba claro que la sentencia de un acusado se pronunciaba 24 horas después del juicio para dar tiempo a que se presentaran alegaciones y para debatir las pruebas halladas.


CUARTA IRREGULARIDAD: No se tuvo en cuenta la unanimidad.


Se da a entender que todos los sacerdotes condenan a Jesús. En ese caso, debio ser puesto en libertad ya que la ley judía contemplaba que si todos estaban de acuerdo en un veredicto condenatorio se entendía que no existió debate previo en el que se plantearan argumentos en contra por lo que se dejaba al reo libre de cargos.


Incido en que todo el proceso no pudo realizarse en un solo día salvo que se inclumpliera la ley judía de forma flagrante y eso era improbable, más siendo los sacerdotes.


La única explicación plausible es que el prendimiento se produjera, como muy pronto, tres días antes de la crucifixión.


Es más probable que si Jesús fue llevado a Pilatos un viernes, su arresto se produjera el miércoles, como pronto, dando tiempo a que transcurriera el día de alegaciones al que todo acusado tenía derecho.


QUINTA IRREGULARIDAD: En presencia de Caifás se golpeó reiteradas veces a Jesús, lo cual también prohibe el Talmud, ya que el reo ha de contar con todos sus derechos inviolables mientras no sea formalmente sentenciado.


Las irregularidades del juicio romano a Jesús

Prendimiento de Cristo; Anton van Dyck (Museo del Prado)

PRIMERA IRREGULARIDAD: Una vez ante Pilatos, éste decide aceptar el cargo de sedición o rebeldía pero no hay una acusación suficientemente fundamentada y planteada por algún magistrado; peor aún, no hay pruebas de la culpabilidad del acusado.


SEGUNDA IRREGULARIDAD: Hacía años que se había extinguido la «provocatio ad populum»: someter al pueblo la decisión de condenar o no a un reo. La «Lex Julia judiciorum publicorum» la anuló, en tiempos del emperador Augusto.


Es improbable que Pilatos adoptara la tradición judía de liberar un preso que ya estaba olvidada

El problema historiográfico es que no se tiene constancia de ningún individuo que se llamara Barrabás. En cambio, sí es verdad que entre los judíos existía la costumbre de liberar a un preso pero no se aplicaba desde tiempos de los reyes asmoneos, el siglo anterior a Cristo.


Los escribas judíos dejaban por escrito prácticamente todo lo que sucedía en su reino, pero no hay referencia ninguna sobre Barrabás (lo cierto es que tampoco mencionan a Jesús).


Existe la teoría de que Barrabás no fue una persona sino el sobrenombre de Jesús: Bar Abba (Hijo del Padre). Desde luego, no era un nombre común por entonces ni lo ha sido después.


Las condenas a muerte debían ser ratificadas por la autoridad romana, probablemente para evitar levantamientos de grupos rebeldes.


No es suficiente el argumento de considerarse el mesías (enviado de Dios) porque en aquella época pululaban por doquier los profetas que aseguraban serlo.


Los sacerdotes le dicen a Poncio que se ha declarado abiertamente “enemigo del César y nosotros no tenemos otro rey que el César”.


Pilatos responde:


«Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. Así que le castigaré y le soltaré»

Lucas, 23, 14-16


Roma era muy respetuosa con las creencias de los pueblos sometidos, en contra de lo que pueda pensarse. Por lo tanto, dejaba que los habitantes de esos reinos creyeran lo que quisieran, siempre y cuando no atentara contra el poder romano. Si alguien se declaraba mesías, si no conllevaba nada más, a los romanos les traía sin cuidado, salvo que sus seguidores cometieran atentados o asaltaran caravanas.


Los primeros cristianos intentan exculpar a Pilatos


En la Palestina del siglo I convivían distintas facciones, enfrentadas entre ellas, y a Pilatos le tocó lidiar con esa situación, con lo que pudiera ser que las críticas a su persona, como se adelantaba antes, en realidad correspondieran a un bando inconforme con el gobierno del prefecto, por no favorecerles.


Por un lado, estaban los saduceos, los que mandaban realmente, que eran más prácticos puesto que lo que les interesaba realmente era el mantenimiento de sus privilegios. Así que no eran tan estrictos permitiéndose ciertas libertades para poder así vivir rodeados de lujos.

La Magdalena en casa del Fariseo (Pieter van Lint, Museo del Prado)

Luego estaban los fariseos que eran unos extremistas que predicaban que debía cumplirse la ley mosaica de forma estricta. Se cree que los esenios (entre los que algunos investigadores han incluido a Jesús) llevaban a la práctica las enseñanzas fariseas, viviendo en comunidades aisladas.


Y por último estaban los más radicales, los zelotes, que llevaban a cabo atentados contra las patrullas romanas en plan “guerra de guerrillas”. No está claro que existieran en época de Jesús o fueron posteriores.


En el Monte de los Olivos Jesús es arrestado por guardias enviados por el sumo sacerdote, lo cual dejan bien claro los evangelista Marcos, Lucas y Mateo. En cambio, Juan nos dice que quiénes prenden a jesús son soldados a la orden de un tribuno acompañados de guardias del Templo de Jerusalén.


Si hacemos caso de Juan, el más descriptivo de los cuatro (menciona incluso el nombre del representante del sumo sacerdote que es herido por el apóstol Pedro), es una patrulla romana la que hace preso a Jesús. La comanda nada menos que un tribuno.


Teniendo en cuenta que la guarnición romana en Judea contaba con un solo tribuno, su jefe militar, segundo en el mando después de Pilatos, lo que Juan nos está diciendo es que a Pilatos le interesaba garantizar el prendimiento de Jesús.


No es descabellado lo anterior ya que las labores de seguridad pública en Jerusalén eran compartidas entre soldados romanos acantonados en la Torre Antonia y guardias del Templo. Pero que les acompañara el mismísimo tribuno sí que resulta extraño.


Entre los apóstoles de Jesús es conocido Simón el Zelote aunque Juan no habla de él si bien es cierto que Juan habla de pocos apóstoles. Por lo tanto, pudiéramos entender que los romanos se tomaran en serio este dispositivo para detener al que pensaban era un peligroso criminal.


Ahora bien, cuando finalmente Jesús es juzgado ante una multitud, lo que llama poderosamente la atención es que un evento de tal magnitud se silenciara; no hay ninguna referencia por escrito de tal acontecimiento.


Ya he comentado que los escribas del Templo lo dejaban todo por escrito, por lo que resulta inexplicable que no se hablara de un juicio que aparentemente fue tan importante. Ya puestos, tampoco de la entrada de Jesús en Jerusalén, que parece arrastró a multitudes vitoreándole.


Se ha excusado intentando convencer de que, una vez muerto Jesús, el Sanedrín e incluso Pilatos hicieron una “damnatio memoriae”, que en tiempos de Roma se hizo en ocasiones: destruir toda la memoria impresa sobre un personaje considerado nefasto.


¿Por qué Pilatos haría algo así? Se dijo que se sentía culpable por enviar a la cruz a Jesús, al que en principio encontraba inocente. De hecho, es famoso su gesto lavándose las manos al condenar a Cristo.


Consideremos que los evangelios fueron escritos entre los años 60 del siglo I y la segunda década del siglo II; por lo tanto, han transcurrido, mínimo, 35 o 40 años desde la muerte de Jesús, cuando se escribe el evangelio más antiguo. Además, serían revisados en el siglo IV cuando el emperador Constantino convoca el Concilio de Nicea para unificar la doctrina en torno al cristianismo, del que había diferentes corrientes, con la idea de convertirla en religión oficial del imperio.

Es muy probable que la historia del lavado de manos sea una invención, dando a entender con ello que el prefecto intentó liberar a Jesús.


El único texto que recoge el episodio del lavado de manos es el evangelio de Mateo. Más parece que su autor echara mano de una antigua tradición judía, que podemos encontrar en el Libro bíblico del Deuteronomio.


Por esa costumbre, si se producía un delito del que no se hallaba culpable ninguno (autor desconocido), para absolver a la comunidad de toda culpa, los responsables del gobierno local se lavan las manos a la par que se sacrifica una vaca joven, una novilla.


No está claro si Mateo el evangelista es también Mateo apóstol, con lo que sería testigo del juicio de Jesús inmerso entre la muchedumbre. O tal vez se lo contaron porque prefiriera que no se le viese por si le asociaban a su maestro y era detenido por ello. En cualquier caso, quién escribiera el evangelio de Mateo se cree que lo hizo en torno al año 80.


Para los coptos, Poncio Pilatos fue un santo y para los ortodoxos griegos lo fue su esposa, Claudia Prócula

Avanzado ya el siglo I es probable que Mateo evangelista no quisiera que aquellos romanos que comenzaban a convertirse al cristianismo se sintieran incómodos por el hecho de que un romano como ellos condenara al que consideraban su referente.


En el Evangelio de Pedro, un texto apócrifo que se escribió entre los siglos II y III, los soldados romanos no son quiénes crucifican a Jesús sino soldados judíos enviados por el rey Herodes Antipas en connivencia con el Sanedrín.


¿Quién fue Poncio Pilatos?

Imagen de la piedra de Pilato
Piedra de Pilato, Museo de Israel

Lo curioso de la historia de Pilatos es que, a pesar de ser un personaje odiado durante siglos por ser quién condenó a Jesús, la Iglesia no lo envió al infierno, todo lo contrario.


La arqueología ha dejado constancia de la existencia de Poncio en una piedra caliza descubierta en la década de los 60 en la que fue su capital, Cesarea.


Puede leerse “S TIBERIEUM NTIUS PILATUS ECTUS IUDA E E”; es una descripción borrosa, creyendo la mayoría de los arqueólogos que decía: [DI] S [AUGUSTI] TIBERIEUM [PO] NTIUS PILATUS [PRAEF] ECTUS IUDA E[A FECIT D] E [DICAVIT].


La traducción sería: "Al divino augusto Tiberio, Poncio Pilato, Prefecto de Judea, le dedica esto".


Las fuentes historiográficas no hablan nada bien de Poncio Pilatos, de quién Filón de Alejandría echa pestes.


En su obra De legatione ad Gaium, dice de él que era “inflexible por naturaleza y de una terca arrogancia” siendo conocidas “sus insolencias, sus pillajes, sus ultrajes, sus atropellos, sus constantes ejecuciones sin juicio previo, su incesante y penosísima crueldad. Siendo, pues, hombre rencoroso y colérico”.


Podemos pensar que Filón habla tan mal de Pilatos por interés personal ya que un sobrino de Filón se casó con una hermana de Herodes Antipas pero además tenía excelentes relaciones con los mandatarios del templo de Jerusalén (a través de un hermano), ciudad en la que el propio Filón parece que estuvo en alguna ocasión.


Pilatos, aun siendo un enchufado en la corte imperial, acabó destinado en lo que para él era un lugar inmundo. por lo que imaginamos que Poncio esperaba un mejor destino.


Sejano, prefecto del Pretorio y mano derecha del emperador era el protector de Pilatos pero también un antisemita confeso. Pudiera ser que Pilatos fuera enviado a Judea con algún propósito, tal vez vigilar de cerca a Herodes Antipas, cuya familia era apreciada por el cesar; de hecho, la relación entre el prefecto y el tetrarca era de "amor-odio".


El césar Tiberio confiaba de tal modo en Sejano que dejó el poder en sus manos en el año 26 que es cuando se nombra a Pilatos prefecto de Judea. En el año 31 Sejano llegó a ser cónsul, el cargo más importante de Roma sin contar al emperador, algo inaudito puesto que ese puesto nunca lo ocupó nadie del orden ecuestre.


Así que Pilatos contaba con un respaldo importante cuando llega a Judea y seguramente también era del orden ecuestre, el cual había adquirido un gran poder en la Roma de entonces.


Pero Sejano cayó en desgracia en el año 31 cuando se le culpa de un complot contra Tiberio. No se tiene claro quién inició el proceso para destituir a Sejano pero el caso es que se llevó a cabo una damnatio memoriae contra él así que todos sus “protegidos” se sabían desde ese momento en peligro y uno de ellos era Pilatos.


Pilatos tenía que haberse limitado a ejercer un mando en Judea discreto, sin destacar, esperando licenciarse o ser destinado a otro lugar sin llamar en exceso la atención, pero parece que no fue así.


El historiador judío romanizado Flavio Josefo no habla bien de Pilatos. Es quién nos relata la represión de un amplio grupo de samaritanos que se habían concentrado en el monte Garizim, en el año 35.


Pilatos se anticipó y ocupó el camino con soldados de caballería y de infantería. Estos mataron a muchos, a otros pusieron en fuga, e hicieron muchos cautivos. Pilatos hizo matar a los principales

Favio Josefo, Antiquitates iudaicae, XVIII, 4,1


Existe un fragmento en la obra de Josefo que se conoce como testimonium Flavianum donde habla de Cristo llevado a presencia de Pilatos para ser juzgado, pero actualmente se considera que fue un añadido posterior (y por lo tanto falso) para documentar la existencia de Jesús.


Se le atribuye la construcción de un acueducto para el que usó fondos del Templo de Jerusalén. Además, en un ejercicio de prepotencia se le ocurre colgar imágenes de adoración del césar en determinados puntos de Jerusalén, a la vista de todos, con gran malestar por parte de los sacerdotes.


Las quejas hacia el Gobierno de Poncio llegarían a Roma a través de los contactos que la comunidad hebrea tenía en la capital del imperio. Teniendo en cuenta que la represión contra los que habían sido favorecidos por Sejano duró hasta el año 37, el heredero de Tiberio, el césar Calígula, no dudó en destituir a Pilatos.


Sin embargo, las evidencias arqueológicas nos indican que no fue un mandatario que se limitara a vivir bien, esperando un destino mejor, sino que se preocupó por hacer mejoras en la ciudad de Jerusalén.


A finales del siglo XIX se halló una calle bien pavimentada en la que recientemente se han descubierto más de cien monedas acuñadas en el año 31. No se sabía qué gobernador mandó construir la calzada y ahora, con esas monedas, se sabe a ciencia cierta que fue Pilatos.


Conclusión: Pilatos no puede ser eximido de culpa

Pilato a Cristo: ¿Qué es la verdad? (Oleo de Nikolai Ge. Galería Tretyakov, Moscú)

Si nos ceñimos a lo que los evangelios nos cuentan, o todo fue una trama urdida para eliminar a quién consideraban una amenaza o sencillamente se trató de una chapuza judicial. Lo segundo es altamente improbable porque hubiera trascendido, sin duda.


Más parece un plan preconcebido por Pilatos y el sumo sacerdote, confabulados ambos contra Jesús, por oscuros intereses que el nazareno podía echar por tierra. Ya que de no participar Poncio en esta especie de conspiración, dificilmente se hubiera podido llevar a cabo.


En la Judea dominada por los romanos, realizar una redada contra una secta o banda, del tipo que sea, sin que se percataran o estuvieran al tanto los soldados de la guarnición romana, resultaba imposible. Así que Pilatos tenía que estar al corriente e incluso colaborar y más cuando le llevan a Jesús a primera hora de la mañana, con la acusación de sedición.


Planificar el arresto y juicio de Jesús con la idea de condenarle a muerte sin que se informe al prefecto, que por otro lado es quién nombra al sumo sacerdote, no parece creible. Es más, los evangelios nos muestran a un prefecto que sale al encuentro de la comisión sacerdotal cuando se disponen a solicitar a Poncio que ratifique la sentencia de muerte pues ellos parece que lo tenían claro.


Por lo tanto, el prefecto debía saber lo que tramaban pues de lo contrario les habría reprendido por hacer algo de tanta importancia sin contar con su autorización.


Recordemos que él era quién nombraba al sumo sacerdote, luego éste le daría novedades sobre las cuestiones importantes y parece que la de Jesús fue de suma importancia para ellos.

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