Joe Biden habla continuamente de ello, pero ¿qué circunstancias debieran darse?
Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
Apocalipsis, 16, 16
Joe Biden habla del Armagedón al que asocia con el Apocalipsis, ya que profesa la religión católica de forma muy activa. Sabe de lo que habla: el fin del Mundo recogido en el Nuevo Testamento. Hace alusión al "Har Mediddo (Monte Megido)" donde, según el Libro del Apocalipsis, tendrá lugar la batalla final entre las fuerzas del Bien y las del Mal. Es un lugar real cercano a Jerusalén.
Para Biden, Rusia representa el mal bíblico, porque amenaza al Mundo con sus misiles intercontinentales.
Putin es también cristiano - ortodoxo -, así que sabe lo que es el Armagedón, calificando a los Países anglosajones como "Fuerzas del Mal". Le secunda su asesor espiritual, el patriarca ortodoxo Kirill (o Cirilo) de Rusia, que se considera también patriarca de Ucrania.
El Papa Francisco, que calificó a Biden como un "buen católico" y «el mayor luchador por la paz», se ha ofrecido como mediador entre los dos mandatarios por ser ambos cristianos.
Dos personas religiosas practicantes que, sin embargo, se enfrascan en una retórica bélica que no se oía desde tiempos de Kennedy, curiosamente el único presidente católico de EEUU antes de Biden. Éste califica el momento actual como la peor crisis nuclear en los últimos 60 años. Para más sorna, Rusia cuenta con un misil intercontinental denominado "Satán".
¿Qué condiciones deberían darse para que Rusia y los EEUU se enfrasquen en una contienda nuclear? ¿Cuáles son los pasos que han de dar sus respectivos presidentes para autorizar un ataque atómico? ¿Qué objetivos señalarían?
Índice
El equilibrio nuclear
El Ministerio de Defensa de Rusia ha publicado un vídeo en los que puede verse como lanzan el misil intercontinental Yars y otro de menos alcance, el Sineva, pero que también puede portar una ojiva nuclear.
Rusia es un País gigantesco, con un territorio que va desde el Mar de Japón hasta Europa del Este y desde el Océano Glacial Ártico al Cáucaso.
Pueden realizar pruebas con misiles intercontinentales sin verse obligados a invadir el espacio aéreo de otro País, como sí hace Corea del Norte cuando sus misiles atraviesan Japón.
Desde instalaciones ubicadas en Plesetsk, en el Noroeste de Rusia, y desde el Mar de Barents, muy cerca de Finlandia, lanzaron sendos misiles con dirección al campo de pruebas de Kura, en la península de Kamchatka, cerca del Japón.
Rusia ha cumplido con su compromiso con los Estados Unidos de notificar previamente cualquier prueba nuclear que lleven a cabo, al igual que hace Washington con Moscú. Lo que se está diciendo de que Rusia realiza ejercicios nucleares por primera vez en muchos años no es cierto.
De hecho, la OTAN está llevando a cabo ejercicios con el mismo objetivo: comprobar su capacidad de respuesta ante un ataque nuclear. Pero tanto uno como otro bando llevan haciéndolo desde hace muchos años. Sin embargo, se ha tratado la noticia como una escalada en el marco de la guerra en Ucrania y de la amenaza de Putin.
En estas maniobras, se prueban tanto bombas de gravedad nuclear (no dirigidas) como las que son controladas desde su lanzamiento.
Tengamos en cuenta que EEUU posee armamento nuclear almacenado en nada menos que seis bases militares en distintos Países de Europa (también Turquía). Suecia y Finlandia queriendo meterse en la OTAN y el Gobierno polaco autorizando el depósito de ojivas nucleares en su territorio, aunque será improbable que suceda.
Lo de Polonia es pura estrategia defensiva frente a su belicoso vecino al que espera aplacar si cuenta con disuasión nuclear ya que teme una invasión en el futuro, al igual que ha sucedido en Ucrania.
Evidentemente, los rusos no ven a Polonia como a Ucrania. A ésta última la consideran parte de su territorio “sagrado”, pero Polonia es un País de la Unión Europea con el que no se meterán nunca (al menos dentro de una lógica de política internacional).
Estados Unidos solo accederían a instalar misiles nucleares en Polonia si Rusia llevara a cabo movimientos similares, pero no se prevén.
Moscú y Washington mantienen el pulso en un equilibrio constante comunicándose mutuamente cualquier movimiento que hagan relacionado con armas nucleares. Lo llevan haciendo desde hace décadas, conscientes unos y otros de que son garantes de que jamás haya un infierno atómico. Pero no son las únicas potencias nucleares.
Solo en la OTAN, Francia y el Reino Unido poseen también ADM (armas de destrucción masiva), pero ambas naciones hacen lo que se ordena desde Washington, con lo que no suponen un problema para Rusia.
China también es potencia nuclear y ahí es Rusia la que la mantiene controlada, como aliados que son. Con respecto a Corea del Norte, no harán nunca nada sin permiso de Pekín.
Israel no moverá pieza sin autorización del Pentágono
Preocupa más el conflicto soterrado entre otras dos potencias nucleares como son India y Pakistán. Tanto Estados Unidos como China les tienen el ojo puesto para que no traspasen ninguna línea roja.
Y así se mantiene el equilibrio nuclear.
La ONU no tiene poder ninguno de decisión con respecto a las armas nucleares, tampoco de presión. Existe un Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, conocido por sus siglas (TPAN), pero en la práctica no se respeta, incluso se amplia y moderniza el arsenal.
Solo 68 naciones han ratificado el TPAN, aunque da igual que sean el doble porque no sirve para nada.
La OTAN, como se comprenderá, no ratifica el TPAN porque tres de sus miembros son potencias nucleares y otros cinco albergan bombas estadounidenses en su territorio. Pero es que ni siquiera acuden a sus reuniones como meros observadores, salvo Noruega y Alemania (lo que no ha gustado a EEUU).
El TPAN, amparado por la ONU, se ha fijado como objetivo que las armas nucleares hayan sido destruidas en su totalidad para 2045, revisando los avances cada tres o cuatro años.
"Naciones Unidas" llevará a cabo acciones para que las ONGs colaboren dentro de cada País concienciando a la población civil.
Se dice en estos días que Rusia pretende buscar alguna justificación al uso de armas nucleares tácticas o de menos intensidad de forma localizada en Ucrania para ganar la guerra de forma rápida.
¿Realizará Rusia un ataque con armas NBQ?
Tantos meses de conflicto suponen una sangría económica para Rusia (y, desde luego, en vidas humanas), aparte la creciente presión interna a la que está siendo sometido Putin, cada mes que se alarga la guerra.
No se descarta que el presidente ruso busque alguna excusa para ser más contundente. Teniendo en cuenta el riesgo de respuesta por parte de los Estados Unidos debe ser una excusa muy poderosa y bien documentada.
El teniente-general Igor Kirilov es el jefe de las Tropas de Defensa NBQ (radiológica - o Nuclear -, Biológica y Química) de Rusia. Ha declarado públicamente que Ucrania está preparando un ataque con una bomba sucia, denominación común de un dispositivo de dispersión radiológica (RDD, por sus siglas en inglés).
Los RDD se valen de una alta carga explosiva (a partir de nueve o diez kilógramos) para liberar su contenido radiológico. El problema para quiénes las fabriquen es que no son prácticas por el alto riesgo de contaminarse ellos mismos en su elaboración.
Otra de las acusaciones rusas es que Zelenski pretende convertir la central nuclear en un arma atómica. Según el alto mando ruso, los ucranianos bombardean la central para que explote, lo que se desmiente desde Kiev, donde aseguran que son las tropas rusas las que utilizan la central como escudo de su artillería.
Por otro lado, el Kremlin denuncia que EEUU no han comunicado a la Convención sobre la Prohibición de Armas Biológicas y Toxínicas que poseen laboratorios de experimentación. El general Kirilov asegura que los norteamericanos llevan a cabo investigaciones con distintos tipos de virus y bacterias en sus laboratorios ucranianos.
El Gobierno ruso asegura que EE. UU. tiene más laboratorios en las ex-repúblicas soviéticas para que Moscú se sienta amenazado por la posibilidad del despliegue de ADM de tipo NBQ. Si es una bomba sucia, la llaman “arma de perturbación masiva”, porque más que destruir lo que causa es miedo.
Todo el Mundo sospecha que los Estados Unidos tienen muchos secretos inconfesables que convierten a su Gobierno en deleznable, pero el que lo diga el Gobierno ruso causa risa.
Igor Kirílov ha pedido a la Organización Mundial de la Salud que envíen inspectores a los laboratorios nigerianos financiados por EE. UU.
Rusia acusa a todo aquel País que apoye a Ucrania. Es propaganda de guerra, sencillamente.
Tampoco se escapa Alemania: según el Kremlin, el Instituto de Microbiología de las Fuerzas Armadas alemanas en Múnich colabora con el instituto veterinario de Járkov en un programa que desarrolla armas biológicas. Los alemanes se defienden asegurando que los estudios conjuntos que llevan a cabo con Ucrania son para encontrar respuestas rápidas ante brotes de enfermedades transmitidas por los animales a los humanos.
Kirilov va más allá, sin cortarse lo más mínimo: Washington y Kiev desarrollan un programa ultrasecreto de “armas étnicas”. Habéis leído bien: aquellas que se dirigen hacia determinados grupos étnicos. Según Kirilov, contra el pueblo ruso en exclusiva.
La biotecnología no ha llegado tan lejos como para crear patógenos que solo afectan a un determinado colectivo poblacional. Lo que perjudica a una etnia o población, puede afectar al resto. Pero Kirilov ha leído tanta ciencia ficción que no dudó en soltar semejante ladrillada en un burdo intento de conseguir que la opinión pública internacional comprenda la invasión rusa de Ucrania.
Vamos, que el ejército de Putin es el salvador de la Humanidad de los malvados norteamericanos y sus aliados que fabrican armas biológicas para dominar el Mundo.
Nos avisan de que Washington quiere expandir su malévolo sistema de gobierno llamado democracia. Frente a estos villanos, se encuentra el superhéroe Putin que nos traerá su alternativa: la dictablanda. Ésta consiste en que se te permitirá abrazar el capitalismo (controlado por el Estado) siempre y cuando no te metas en política. Si lo haces, te arriesgas a ser encarcelado como disidente.
¿Por qué se negó Moscú a enviar expertos a los laboratorios financiados por Estados Unidos en la ex-república soviética de Georgia en 2018?
Inspectores de distintos Países sí que aceptaron la invitación del Gobierno georgiano, certificando que se cumplían todos los protocolos y normas.
Otra” casualidad” es que las tropas rusas, en su avance, no hayan encontrado evidencias de esos programas secretos de bioguerra en los laboratorios ucranianos. ¿Cómo lo han explicado? Tan fácil como decir que las pruebas documentales y muestras biológicas fueron destruidas apresuradamente para que Rusia no descubriera lo que verdaderamente se hacía en esas instalaciones.
Desde Moscú nos intentan hacer creer que no pudieron destruirlo todo, teniendo el Gobierno ruso evidencias de que se estaba experimentando con los coronavirus de los murciélagos. ¿Qué será lo próximo? Tal vez que la COVID-19 salió de uno de esos laboratorios ucranianos. De la maquinaria propagandística de Putin puede esperarse cualquier cosa.
Desde luego, no ayuda el hecho de que Washington no autorice las inspecciones en los laboratorios biológicos de alta seguridad de los Estados Unidos. Es lo que da pie a Rusia para dar a entender que algo esconden. Sin embargo, el Kremlin tampoco autoriza que se inspeccionen los laboratorios en Rusia.
¿Qué responde la Casa Blanca? El secretario de Estado Antony Blinken, que es como su ministro de asuntos exteriores, niega que los ucranianos estén preparando una bomba sucia como aseguran desde Moscú.
A Ucrania no le interesa que se les señale por recurrir a las armas prohibidas
Aún con lo anterior, el ministro de exteriores ruso, Serguéi Shoigú, tuvo el descaro de llamar a sus homólogos del Reino Unido, Francia y Turquía para avisarles de lo que dicen haber descubierto. Es más, aseguró que próximamente presentarán pruebas ante la ONU.
El Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha pedido a Kiev que permita a sus inspectores que revisen sus arsenales para comprobar si la acusación rusa tiene fundamento.
La respuesta de Zelenski ha sido invitarles para que lo hagan cuanto antes y despejar dudas.
Una operación de falsa bandera es aquella por la que una potencia beligerante realiza una acción armada de la que culpa a su enemigo.
Kiev teme que se camuflen soldados para que parezcan ucranianos (o ucranianos prorrusos) para llevar a cabo un atentado en suelo ruso, con alguna ADM, haciéndolo pasar por acción terrorista ucraniana.
Fuera como fuese, la situación es muy complicada y Rusia no está sola. De momento, Bielorrusia ya ha manifestado su apoyo incondicional e incluso permite que se instalen misiles nucleares en su territorio.
Moscú no dará ese paso al igual que Washington tampoco moverá sus ojivas hacia Polonia.
Desaparecida ya la URSS, la nueva Rusia firmó un tratado con la OTAN por el que dejaban las cosas como estaban y por lo tanto, no moverían sus arsenales entre sus Bases. Pero si Putin finalmente decidiera atreverse a utilizar un arma nuclear de escasa potencia en Ucrania, ¿cómo sería la secuencia de acontecimientos?
Las dos fases de una escalada bélica nuclear
Primera fase: las dos superpotencias nucleares miden sus fuerzas.
EEUU y Rusia se vigilan mutuamente a la par que usan retórica bélica, acusando los unos a los otros de amenazar al Mundo entero con un Armagedón nuclear.
Lo último ha sido la advertencia rusa de atacar satélites artificiales si constatan que son utilizados para facilitar los movimientos de las tropas ucranianas sobre el terreno.
Los Estados Unidos avisan que de ser atacado uno de sus satélites tomarán medidas muy contundentes.
Las dos superpotencias se vigilan, separando las ojivas de los misiles al considerar que no es necesario armarlos en tiempo de paz.
Se hacen ejercicios todos los años en los que se mantienen actualizados los sistemas comunicando unos a los otros dichas maniobras o pruebas. Pero hay algo que cada potencia se reserva para su solo conocimiento: los submarinos nucleares.
Rusia sabe con exactitud donde están los silos de armas atómicas de los Estados Unidos y éstos últimos conocen la ubicación de los rusos, en todo momento. Pero no controlan dónde se hallan los submarinos más avanzados de Rusia ni Moscú tiene medios técnicos para averiguar bajo qué aguas se mueven los submarinos de EEUU.
El submarino K-329 Belgorod tiene 184 metros de eslora, 17 más que el imponente submarino “Tula”, que ha sido utilizado en las últimas maniobras nucleares rusas.
El Belgorod puede desplazarse a 60 kilómetros por hora mientras el Tula a solo 44-45 km/h. Pero lo más asombroso del Belgorod es que tiene capacidad para estar cuatro meses bajo el agua sin necesidad de salir a la superficie, mientras que el Tula “solo” tres meses.
Segunda fase: ataque nuclear.
Es el punto de no retorno, al que llega cualquiera de los dos bandos porque la situación se le vaya de las manos debido a señales mal interpretadas.
Por ejemplo, un ataque puntual porque las informaciones que le hayan llegado de los movimientos del enemigo les insinúen a los analistas que se dispone para un ataque a gran escala.
Es por ello por lo que el trabajo de los analistas es de suma importancia porque son quiénes interpretan las señales emitidas por el bando contrario. De su trabajo dependerá, en gran medida, que los que tienen el poder tomen una mala decisión.
Cualquiera de los dos presidentes pudiera dar la orden de adelantarse, creyendo que, de eso modo, amortiguará el daño que se prevé.
La Película "Juegos de Guerra", de 1983, se inspira en la problemática que supone confiar plenamente en las computadoras y sus análisis de situación.
Los análisis pueden no ser correctos porque, a fin de cuentas, están realizados por humanos. Y si se dejaran llevar por algoritmos informáticos, las interpretaciones de las máquinas, carentes de sentimientos, pudieran aconsejar un ataque sin reparar en el factor humano.
Ya sucedió hace casi 40 años. Unas maniobras de la OTAN fueron interpretadas por los analistas de la URSS como la preparación para un ataque masivo contra Rusia, lo que afortunadamente se aclaró a tiempo.
Por lo tanto, un mal análisis de los asesores del presidente ruso, o de los sistemas informáticos en los que confían, pudiera llevar a que él quiera mover ficha antes que sus enemigos y autorizar un ataque preventivo que desatara el Armagedón del que habla Joe Biden. Algo que también puede sucederle a los Estados Unidos.
¿Cuáles serían los objetivos en un conflicto atómico?
El submarino nuclear Belgorod, que mencionábamos anteriormente, puede espiar sin ser detectado e incluso lanzar un minisubmarino como avanzadilla o drones, si fuera necesario.
Uno de los objetivos principales en una guerra es anular las comunicaciones del enemigo y, hoy en día, los cables submarinos de comunicaciones en el Atlántico unen la Unión Europea y el Reino Unido con Norteamérica.
Otro objetivo son las líneas de suministro, en especial las energéticas.
Se sospechó del Belgorod en el sabotaje a los gasoductos rusos Nord Stream, alegando que pudiera haber sido una operación de “falsa bandera” para que se pensara que habían sido los ucranianos o incluso EEUU. Rusia desmintió su participación justificándose con que no tenía sentido atentar contra sus propios gasoductos.
Por si acaso a Moscú se le ocurriera un ataque a las comunicaciones submarinas, se reactivó la II Flota de la US Navy, con su cuartel general en Norfolk, en el Estado de Virginia. Y es que, desde hace años, se lleva detectando un creciente tráfico de submarinos militares rusos en el Atlántico Norte.
Los submarinos Delta IV (como el "Tula", del que hablábamos antes) han mejorado su electrónica de reducción del ruido. Pueden llevar hasta 16 ojivas nucleares lo que les convierte en un arma temible, pero el Belgorod tiene capacidad (al ser más largo) para llevar el “Poseidón”. Es un misil intercontinental que mide veinte metros y que viaja a 150 km/h.
Ahora bien, el Poseidón aún no está operativo, sin embargo, Rusia posee otros misiles intercontinentales de un poder devastador.
En las maniobras nucleares rusas de octubre se lanzó un misil desde el Mar de Barents hacia Kamchatka, en el otro extremo de Rusia, a una distancia de 4.400 kilómetros. Se da la “casualidad” de que es la misma distancia hacia los Estados Unidos, si se lanzara en sentido contrario.
Si Rusia disparara un misil intercontinental desde Barents hacia los Estados Unidos, tardaría en llegar 26 o 27 horas, en el caso de que lo consiguiera, porque lo más probable es que lo detectaran y destruyeran.
Los portaaviones de la US Navy navegan todos los mares con lo que desde cualquier lugar del planeta pueden iniciar un ataque aéreo en cuestión de minutos.
Los rusos dicen estar preparados para cualquier contingencia pero, como estamos viendo en Ucrania, no es así.
Advierten de su poder incontestable, con misiles como los “Zmeevik”, llamados comúnmente “mataportaaviones”, por su alta capacidad destructiva. Pueden alcanzar una distancia máxima de 4.000 kilómetros. Pero lo cierto es que aún están en desarrollo, como los que tiene China similares.
Para la OTAN, en una eventual contienda que use armamento nuclear, Rusia y China serían aliadas con lo que incluirá a los chinos entre sus posibles enemigos en la estrategia de la Alianza Atlántica en adelante.
La OTAN ha desarrollado en octubre de 2022 sus habituales ejercicios navales con los medios más avanzados de los 14 Países participantes, liderados por el Grupo de Ataque del portaaviones USS Gerald R. Ford.
Estas maniobras se realizan a la par que las rusas y llevan realizándose desde hace años, comunicándose mutuamente, con lo que no se trata de movimientos extraordinarios a propósito de la guerra en Ucrania.
Este año, la OTAN incluyó un simulacro de guerra cibernética, lo que demuestra su preocupación por posibles ataques a las comunicaciones submarinas.
Los otros tres Países que aportaron buques al ejercicio de este año de la OTAN fueron Alemania, España (la fragata “Álvaro De Bazán”) y Canadá: el resto participaron con cazas de combate, aviones cisterna y de vigilancia. Comprobaron la capacidad de reacción si un caza tuviera que armarse de una bomba nuclear de gravedad y transportarla rápidamente al lugar donde la soltaría.
En una situación real, en teoría, se necesitaría permiso del Grupo de Planificación Nuclear de la OTAN para iniciar un ataque. Pero las Fuerzas Armadas de USA solo requieren de autorización expresa del presidente.
Si las bombas que se utilicen son alguna de las 133 nucleares que hay en la Base de Lakenhealth, en suelo británico, Washington pediría permiso al primer ministro del Reino Unido.
Ante la constancia de un ataque nuclear ruso, los espectaculares cazabombarderos F-35A saldrían de inmediato a la búsqueda de posibles bombarderos rusos.
Dotarían a los cazas de 5ª generación de bombas B61. De hecho, se están modernizando estos artefactos para que dejen de ser de gravedad y pasen a ser guiadas, pudiendo ser de hasta 50 kilotones (la que se lanzó sobre Nagasaki tenía 23).
Los bombarderos estratégicos B-2 y B-21 saldrían también portando su devastadora carga.
Así que no es tan fácil como parece porque se necesita contar con un número importante de aviones, tener los silos preparados, y lo más importante, conocer las consecuencias.
Se realizan las maniobras anuales precisamente para tenerlo todo en condiciones óptimas por si hubiera que dar el paso de modo precipitado.
Si Rusia finalmente lanzara una bomba nuclear táctica (escasa potencia) sobre una concentración de tropas ucranianas, aunque no afectara a la población civil, muy probablemente la OTAN activaría su poder atacando al ejército ruso destacado en Ucrania y a la Flota rusa del Mar Negro.
¿Qué haría Rusia entonces? Tal vez lanzaría desde alguno de sus submarinos nucleares un ataque sobre las Bases de la OTAN más próximas a su territorio que son las situadas en Letonia y Lituania. Entre ambas instalaciones, España cuenta con 600 soldados, una batería antiaérea y demás artillería junto a carros de combate más otros vehículos blindados. Ocho cazas F-18 en Lituania con 140 soldados del Ejército del Aire completan el contingente español en las Repúblicas Bálticas.
Evidentemente, las Flotas del Atlántico Norte y del Mediterráneo de la US Navy responderían de modo contundente al probable ataque ruso en el Báltico.
El problema para los rusos es que solo tendrían operativa su Flota del Mar del Norte (la del Mar Negro ya estaría destruida en este punto de la contienda). Así que, seguramente, realizarían un ataque combinado entre lo que quedara de sus fuerzas navales y sus lanzaderas de misiles en tierra.
Rusia atacaría directamente a las Flotas de los Estados Unidos y se desencadenaría el infierno.
El maletín del Diablo
Joe Biden, quién como decíamos al comienzo de este post, es el que usa el término religioso "Armagedón", mirará de reojo muchas veces el maletín que porta el militar que le acompaña siempre, a no más de tres metros de distancia. Es llamado, coloquialmente, “fútbol” porque su activación es conocida con el nombre de Operación “Drop Kick” (mismo nombre que recibe cierta estrategia de fútbol americano).
El vicepresidente/a cuenta con otro maletín, por si acaso el principal mandatario no pudiera activarlo en caso de necesidad.
Es demencial pero necesario en el momento en que se posee un potencial destructivo tan atroz: contar con todos los mecanismos de control posibles para evitar usarlo sin necesidad. Pues, como todos sabemos: "las armas las carga el Diablo".
Junto a la tarjeta o “galleta” identificativa, son los dos dispositivos de mayor seguridad ante ataques cibernéticos del Mundo. El maletín está recubierto de acero, bajo la piel, para impedir el paso de frecuencias que pudieran activarlo por control remoto.
Una vez el presidente comunica la parte de su código personal recogido en la galleta identificativa, la orden es verificada por el secretario de Defensa.
En el lugar desde donde se produzca el lanzamiento del misil/es activarán la otra parte del código, la cual cambia automáticamente a diario.
Todo el proceso, de llevarse a cabo con celeridad, es de apenas diez minutos.
Ni que decir tiene que, de hallarse en la Casa Blanca (o en el avión presidencial Air Force One), el presidente no necesita el maletín. Directamente se dirige a la sala de crisis y da las órdenes oportunas.
Con respecto a Putin, el procedimiento sería prácticamente idéntico. También hay un maletín, al que llaman “Cheget” que es el nombre de un monte del Cáucaso. Se llama así porque todo el SNF (Sistema de las Fuerzas Nucleares y Estratégicas) de Rusia es conocido en el argot militar ruso como Kazbek que es otro monte del Cáucaso.
De hecho, la red de comunicaciones exclusiva entre los altos cargos responsables de la activación de un ataque nuclear (ministro de Defensa y jefe del Estado Mayor General) es conocida como “Kavkaz”, otro enclave del Cáucaso. Los nombres les vienen porque su impulsor fue Yuri Andropov, originario de esa Región, que fue presidente ruso cuando se puso en marcha el dispositivo. Le sucedió Gorbachov, también del Caúcaso, quién mantuvo dicho sistema.
Funciona con códigos y claves como en los Estados Unidos solo que el mecanismo ruso se puso en marcha veinte años después.
Ambos maletines, el norteamericano y el ruso, pesan en torno a 20 kilos.
Contienen las instrucciones precisas para activar un ataque además de dónde debe ir el presidente para protegerse, junto a su familia.
En el sistema estadounidense, la Junta de Jefes de Estado Mayor espera la verificación del secretario de Defensa, para descartar que un ataque cibernético suplante algún código presidencial. En ningún momento, el secretario de Defensa puede anular la orden dada por el presidente, salvo que considere que no está en sus cabales.
Para determinar que la orden de ataque no tiene sentido y por lo tanto que el presidente no está en condiciones psicológicas óptimas se requieren de ciertos mecanismos institucionales. Es lo que garantiza una democracia, pero ¿y si hablamos de una dictadura como la rusa, la china o la norcoreana?
Tanto en EEUU como en Rusia, los militares que portan los maletines han sido puestos a prueba para demostrar su lealtad. Solo obedecen órdenes de sus comandantes, que son los propios presidentes con lo qu, si son unos dictadores, cancelar una orden de ataque injustificada se complica.
El resto de potencias nucleares tienen sus propios sistemas con una salvedad con respecto al Reino Unido: el rey puede anular la orden del primer ministro de un ataque nuclear.
En principio, podemos quedarnos tranquilos porque Putin ya ha dejado claro que no atacará con misiles cargados de ojivas nucleares. Es algo que en ningún momento se le ha pasado por la cabeza, asegura el autócrata ruso.
Putin solo advierte de que si su territorio es agredido se defenderá con todo el potencial del que disponga, pero de modo proporcional (o eso dice).
Con respecto a Corea del Norte, por muy loco que parezca estar su presidente, no se atreverá a ir en contra de los intereses de su gran aliado, China. Y a Pekín no le interesa nada un conflicto mundial que reduzca sus posibilidades de convertirse en la próxima gran superpotencia.
El Gobierno chino ha comunicado su intención de potenciar su arsenal nuclear como herramienta disuasoria.
Cree que alcanzará la cifra de mil ojivas en pocos años. Lo hace a la par que sus fuerzas convencionales se modernizan y amplian. Para ello han multiplicado por dos su presupuesto militar, pero no ven con buenos ojos que la guerra en Ucrania dure tanto ni hacia lo que pudiera derivar.
Mientras tanto, la Unión Europea continúa enviando recursos de todo tipo a Ucrania, también militares, aumentando la tensión en la zona.
Es el peligroso juego de equilibrio de poderes que, en cualquier momento, pudiera desestabilizarse.
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