El Daesh creó una brigada femenina para controlar a las mujeres en su territorio
Para entender el destino que el Estado Islámico asigna a las mujeres, debemos conocer primero el contexto político de la mujer en Irak y Siria previamente a la instauración del Califato.
Antes de la llegada del EI, el rol social de la mujer en ambos países ya estaba muy deteriorado. Irak, donde hubo un gran activismo feminista durante todo el siglo XX, sufrió una deriva ideológica a principios de los 90 con Sadam Hussein. Dentro de su Cuerpo de Gobierno llegó a proponerse un proyecto de ley que defendía la desigualdad entre hombres y mujeres, e intentaba legalizar la poligamia, la violación dentro del matrimonio o la reducción de la edad mínima para contraer matrimonio a 9 años. En Siria, el fuerte movimiento feminista existente en el siglo XX ha sido reducido a publicaciones en redes sociales, ya que las principales figuras activistas han tenido que abandonar el país a causa de la guerra.
El rol de la mujer, que ya era conocedora de su inferioridad política y social con respecto al hombre por aquel entonces, empeoró con la llegada del Daesh y sus duras imposiciones. Pero en la actualidad encontramos mujeres simpatizantes del EI que se niegan a tener un papel secundario en el Yihad. Se resisten a que su rol se limite al de madre y esposa de un muyahidín. Así es como se creó en 2014 en la ciudad de Raqqa la Brigada Al-Khansaa, la sección femenina del autodenominado Estado Islámico. Mujeres que controlan a mujeres.
Mujeres solteras de entre 18 y 25 años, adiestradas en el manejo de las armas y con un sueldo de 200 dólares al mes por cumplir sus funciones de difusión de propaganda, reclutamiento de combatientes, policía moral del Califato, e incluso tortura y ejecución de otras mujeres que no cumplan las normas impuestas. Conocida por su sadismo y crueldad, la Brigada Al-Khansaa emitió un manifiesto en el año 2015 en el que se describía en profundidad el papel de la mujer en el EI.
El manifiesto no fue traducido al inglés como suele hacer el EI para así infundir terror en Occidente. No hubo lugar a duda, el receptor del mensaje eran las mujeres del Califato.
El manifiesto empezaba afirmando que el estilo de vida que toda mujer debe seguir es el de la tradición en tiempos del Profeta. Un estilo de vida que siguieron las primeras religiosas: Fátima, Aisha, Khadiya, Mariam, etc. Según el manifiesto de la Brigada, la mujer se ha desviado de la tradición, y el culpable es el hombre, que no es “un hombre de verdad” ya que no cumple con sus funciones y responsabilidades con su comunidad:
«Si los hombres fueran hombres, las mujeres serían mujeres.» (La propaganda del Daesh también es cosa de mujeres: de Umm Sumayyah al-Muhajirah en Dabiq al manifiesto de la brigada al-Khansaa en Internet; trabajo elaborado por Olga Torres Díaz en 2015).
Como ocurrió en el pasado, cuando Shaitán (personificación del mal en el Corán) engañó a Adán y Eva para sacarlos del Paraíso y mandarlos a la Tierra, en la actualidad se dedica a engañar a las mujeres. Se disfraza de ideas como “progreso”, “desarrollo” y “cultura” y deteriora la auténtica concepción del estilo de vida de una mujer musulmana. El manifiesto afirma que el verdadero y único conocimiento es la Sharia, y no las ciencias mundanas a las que muchas mujeres dedican su vida. No hay necesidad alguna de integrarse en la vida occidental para estudiar e intentar demostrar que su inteligencia es mayor a la del hombre, desviándose así de su labor original de madre y esposa. Aunque para cumplir debidamente con sus funciones dentro del hogar, la mujer también debe tener acceso a la cultura y a la educación, pero por supuesto no a cualquier tipo de educación.
Derechos y deberes de las mujeres según el ISIS
El manifiesto expone un plan de estudios diseñado para las niñas de entre 7 y 15 años:
Entre los 7 y los 9 años las niñas estudiarán el fiqh (jurisprudencia islámica), lectura y escritura del árabe coránico, cálculo y ciencias naturales.
Entre los 10 y los 12 años seguirán con sus estudios religiosos, prestando especial atención a la jurisprudencia islámica aplicada a la mujer en temas de matrimonio y divorcio. También aprenderán labores como costura y cocina.
Para finalizar sus estudios, entre los 13 y los 15, se centrarán en la Sharia, la historia del Islam y la vida del Profeta, y adquirirán otras habilidades relativas a la crianza y educación de los hijos.
Cumplidos los 15, las niñas deben cortar sus estudios ya que, aunque esté estipulado que pueden contraer matrimonio a los 9 años, se establece que la mejor edad para casarse es a los 16 o a los 17, cuando aún son jóvenes y activas.
Con respecto a la estética, el Corán dice:
«¡Hijos de Adán! Hice descender para vosotros vestidos que cubrieran vuestras vergüenzas y os sirvieran de adorno»
Azora 7, versículo 26
Pero el manifiesto apunta que actualmente es Shaitán el que convence a las mujeres para seguir “la moda auténtica”, de forma que vayan a tiendas de ropa y salones de belleza, se destapen, se depilen, y usen pendientes para alejarlas del Paraíso, de la decencia.
En casos excepcionales, Alá concede a las mujeres un permiso para salir de casa y cumplir unas funciones determinadas. El manifiesto especifica tres casos concretos:
La llamada al Yihad para defender su país en caso de que no haya hombres suficientes.
Para estudiar ciencias religiosas.
Para desarrollar su labor como médicas o maestras.
En cualquiera de estas funciones, la mujer debe estar siempre debidamente tapada y no olvidarse de seguir estrictamente la Sharia. Además, se insiste en que la igualdad es una idea falsa e inútil, ya que la mujer tiene “complicaciones mensuales” (el periodo), embarazos y responsabilidades específicas con su marido e hijos.
A pesar de lo anterior, en ocasiones, a las mujeres se les designará actividades propias de los hombres, las funciones secundarias anteriormente mencionadas, para las que por supuesto también se establecen unas limitaciones:
Debe ser una actividad adaptada a lo que cada mujer pueda soportar. Acorde con sus capacidades y limitaciones.
En ningún caso el trabajo debe exceder tres días a la semana. Las jornadas deben ser cortas de forma que no se ausenten de casa durante demasiadas horas.
Se le deben conceder días libres por enfermedad de los hijos o ausencia del marido.
El manifiesto no solo establece los derechos y deberes de las mujeres. Con el fin propagandístico de atraer a otras simpatizantes, también relata la supuesta vida ideal de la que gozan las mujeres del Califato.
Idealización vs realidad
En el momento de la publicación del manifiesto de Al-Khansaa, el ISIS utilizó como ejemplo las ciudades de Raqqa o Mosul, cuando aún estaban en manos del Estado Islámico.
Bastaba con pasear por sus calles para comprobar los servicios médicos, educativos y recreativos a los que las mujeres tenían acceso. La mujer, liberada del colonialismo y la influencia chií, vivía feliz. Gozaba de seguridad y decencia, ya que, mientras que en la época colonial era obligada a destaparse y mostrar la cara, y tachada de retrógrada por no querer hacerlo, tras la instauración del Califato por fin fue obligada a vestir el velo integral. Se retiraron las prendas de ropa sugerentes de las tiendas, se requisaron y prohibieron las fotos insinuantes. En definitiva, con el Califato, se ha reestablecido la decencia de la mujer, aseguraban en sus proclamas.
En las calles de las ciudades se palpa la seguridad. Debido a la imposición de la Sharia y los castigos a los que se enfrentan los criminales, las mujeres del Califato ya no tienen miedo, se sienten seguras. Además, pueden acudir a tribunales religiosos donde serán debidamente atendidas (incluso si son cristianas conversas) ya que no existe la corrupción en la jurisprudencia del Califato.
El EI lucha por la justicia social y la erradicación de la pobreza. La mujer, que con el gobierno chií padecía la pobreza mucho más que el hombre, se veía obligada a mendigar. Hoy en día no tiene que recurrir a las limosnas ya que gracias al establecimiento de la Cámara del Zakat, recibe una pensión por parte del Estado en caso de que sus ingresos sean insuficientes. Además, también tienen acceso a un excelente servicio sanitario. El Califato es el único lugar en el mundo en el que encontramos separación de sexos en los hospitales, que cuentan con tecnologías avanzadas, tratamientos para enfermedades crónicas, programas de vacunación infantil y otros departamentos especializados en la atención exclusiva de mujeres y niños.
Raqqa era el destino ideal de muchos inmigrantes. Como ya hemos visto anteriormente, el Califato ofrece seguridad, justicia, educación y atención sanitaria, y lo hace para todos, sin distinción de razas. Todos son iguales bajo el mandato del Islam, porque la religión y la Sharia se imponen al nacionalismo.
Para acabar, el manifiesto intenta hacer comprender el estilo de vida ideal del que goza la mujer en el Estado Islámico comparándolo con el “Estado Hipócrita”, Arabia Saudí, que se autoproclama como un ejemplo del Islam más ortodoxo, que protege y concede todos los derechos a sus mujeres. Pero Al-Khansaa procede a desmentirlo porque, según el EI, todas estas afirmaciones sobre Arabia Saudí son falsas: las mujeres saudíes se ven obligadas a soportar el miedo, la occidentalización, la injusticia y la pobreza. La justicia no las protege. Muchas mujeres castas y puras que tienen la suerte de ir a juicio (muchas de ellas son encarceladas sin juicio previo) sufrirán todo tipo de calamidades al ser juzgadas en ausencia del Corán.
El Gobierno saudí, denuncia el ISIS, permite que las mujeres trabajen con hombres sin separación alguna. Pueden y deben descubrir su rostro para documentos de identidad, ya que si no lo hacen pueden tener problemas. Se abren las puertas a Occidente a través de la universidad. Los cristianos pueden convivir con los musulmanes sin problema alguno, y los occidentales pueden dar clase, envenenando e imponiendo su ateísmo sobre los musulmanes, además de actuar como espías.
Un Estado que financia canales de televisión como Al-Arabiya, nido de prostitución y corrupción, donde se transmite una mala imagen de las mujeres que usan el velo, y donde las impuras pueden expresar su opinión libremente. La pobreza en ciudades como Riad es palpable y la diferencia entre ricos y pobres escandalosa. El sistema de seguridad social es insuficiente e incapaz de atender las peticiones de tantas familias que viven por debajo del umbral de pobreza. El manifiesto se dirige entonces a las mujeres: ¿Qué imagen es mejor? ¿Cuál es más pura? ¿En qué lugar merece más la pena vivir?
Concluyo que este manifiesto no es más que una apología a la subordinación de la mujer. Una propaganda del EI que intenta atraer a las mujeres para unirse a sus filas, convenciéndolas de que gozarán de un estilo de vida ideal en un Estado machista y patriarcal (algo que el manifiesto no esconde), pero que al contrario de lo que afirma, no les proporcionará los derechos, cuidados y mucho menos el respeto que aseguran.
Podemos comprobar la verdadera realidad de las mujeres en el Califato a través de los testimonios de ciudadanas, que tras la liberación de Raqqa en octubre de 2017 relataron como era su día a día bajo el yugo del Estado Islámico.
Las mujeres de la antigua capital siria del EI, definieron su cotidianidad como una vida en negro: «Todo era negro: las ropas de mujeres y hombres, las banderas, los carteles y la publicidad. Incluso durante las bodas, en las que por tradición las mujeres árabes visten de blanco, se obligaba a la novia a vestir de negro» (artículo publicado por Sara Ainhoa de Ceano-Vivas sobre la vida en Raqqa bajo el ISIS, publicado en El Confidencial, 2017).
Confesaron que con la llegada del ISIS cerraron los colegios y las obligaron a quedarse en casa, donde no tenían ni agua ni electricidad. En caso de salir de casa, debían vestir de negro, con abaya (manto), guantes y niqab. La televisión era haram (pecado) y las líneas de satélite estaban cortadas. La sociedad se volvió cruel. Los vecinos y familiares se delataban unos a otros. Maridos y mujeres no podían dormir en la misma habitación. Daesh controlaba si iban a la mezquita y cuántas veces rezaban. Incautaban teléfonos móviles por la calle de forma aleatoria para controlar las conversaciones. Los hombres no podían tocar a las mujeres por lo que ellas recurrían a médicos ilegales.
El miedo era constante. Un descuido, una nimiedad, cualquier gesto que disgustase a los yihadistas podría suponer la tortura o incluso la ejecución.
Este artículo forma parte del serial "La mujer en el Yihad actual", cuya primera parte puede consultar en este enlace: La mujer según el Estado Islámico
Autora: Beatriz MADRIGAL CRIADO, graduada en interpretación y traducción (inglés y árabe); especialista en análisis del terrorismo (Máster en fenomenología terrorista por la Universidad de Granada) y colaboradora de RSW.
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