Las matanzas se suceden pero el uso de armas sigue sin regularse, incluso aumentan las ventas
Son demasiadas las matanzas que se suceden a lo largo de los años en EEUU y la tasa de criminalidad está disparada, pero para un alto porcentaje de los ciudadanos de ese País regular las armas de fuego supone atentar contra sus derechos civiles.
La matanza de Texas
No se trata de una película de terror, sino de la realidad misma, que suele superar a la ficción.
En el Estado de Texas, en 2017, un individuo entró en una iglesia baptista, en la localidad de Sutherland Springs, de menos de 400 habitantes, a las 11:30 de la mañana, disparando a quemarropa a los fieles. Mató a 26 personas e hirió a una veintena más, no respetando siquiera a los niños. Uno de tan solo seis años recibiría cuatro balazos. También asesinó a una mujer embarazada que acudía al oficio junto con sus tres hijos. El atacante mató a dos personas fuera de la iglesia.
El pastor oficial de la congregación y su esposa se hallaban fuera del pequeño pueblo, pero su hija, de 14 años, figura entre las víctimas mortales. Fue la primera identificada. Los vecinos se agolparon frente al cordón policial al correrse la voz ya que en el interior del templo se hallaba la quinta parte de la población local, temerosos por lo tanto de que hubiera caído algún familiar.
El asesino, Davin P. Kelley, de 26 años de edad, resultó también muerto tras ser perseguido por un vecino que le disparó con su rifle. Kelley pudo llegar a su vehículo pero acabaría estrellándose. En el interior de su coche, la Policía halló más armas.
Una portavoz de las Fuerzas Aéreas declaró que el criminal había formado parte de un equipo de logística de la Base Aérea de Holloman (Nuevo México), durante cuatro años, hasta 2014. Un tribunal militar le condenó a un año de cárcel y le degradó por agredir a su esposa e hijo en 2012. De hecho, Kelley llevaba uniforme de campaña de color negro y chaleco antibalas en el ataque a la Iglesia.
¿Qué está ocurriendo en Estados Unidos?
La masacre perpetrada den Texas es una más de las numerosas que se producen allá en la superpotencia, que se resiste a regular las armas de fuego.
En 2009, Nidal Hasa, que ejercía como psiquiatra militar, mató a trece personas en Fort Hood (Texas).
Entre los militares se han dado varios casos muy graves. En 2013, Aaron Alexis asesinó a otras 13 personas en el Mando de Operaciones de la Armada en Washington.
En los últimos años están muriendo cientos de menores por armas de fuego en Estados Unidos y tres millones más sufren algún tipo de daño por diversos accidentes relacionados con dichas armas. Son datos del Giffords Laws Center, un centro de análisis dirigido por la ex-congresista Gabrielle Giffords, quién sufrió ella misma los efectos del uso descontrolado de armas de fuego.
En 2012, en un evento que pretendía acercar el Congreso a los ciudadanos, en la ciudad de Tucson (Arizona), un individuo armado asesinó a seis personas e hirió a otras doce, entre las que figuraba Giffords. Su recuperación fue un verdadero "via crucis" y desde entonces lucha en todas las instancias para que se aprueben leyes efectivas de control de las armas.
En 2018, Stephen Paddock mató a 58 personas en Las Vegas. Estaba jubliado, con 64 años de edad. Desde la habitación de su Hotel dispararía a los asistentes a un concierto próximo hiriendo a casi 500 personas. La Policía halló en la habitación un verdadero arsenal y a Paddock suicidado.
La mayor parte de los autores de masacres son ciudadanos sin vínculos con el terrorismo
Antes de los horribles sucesos de Las Vegas y el de la iglesia de Texas, se produjo otro tiroteo en Connecticut, con 28 muertos (incluido el autor), la mayoría niños, cuando un muchacho entró en una escuela primaria disparando de forma indiscriminada.
La empresa Remington ha llegado recientemente a un acuerdo con las familias de las víctimas de Connecticut de 73 millones de dólares, siendo la primera vez que un fabricante de armas de fuego admite que tienen parte de la responsabilidad del acceso de sus productos a personas desequilibradas.
Se culpa a la publicidad de las armas ya que las hace muy atractivas a menores con problemas psicológicos no diagnosticados.
Cinco años antes, en Virginia, otro joven, de 23 años de edad dispararía contra la gente en un campus universitario matando a 32 personas, antes de suicidarse (un día antes asesinó a su madre).
En 2018, en un instituto de enseñanza de Parkland (Florida) murieron 14 estudiantes y tres profesores a manos de Nikolas Cruz, otro estudiante de 17 años por aquel entonces, simpatizante de grupos neonazis.
El suceso de Parkland motivó la aprobación de leyes conocidas como "Red Flag" o bandera roja, en señal de peligro, en 17 Estados y en la capital del País, Washington. Lo que hacen es retirar el acceso a las armas de fuego a personas que muestren señales de poder atentar contra otras o incluso contra sí mismas.
Incluso en los calificados como terroristas, las armas las adquirieron sin problemas en Estados Unidos y son demasiados casos. Omar Mateen, el autor de la matanza en el pub Pulse en Orlando, aunque de origen afgano, tenía la ciudadanía de Estados Unidos, lo que no le frenó a la hora de matar a 49 conciudadanos y herir a otros 53.
En 2021, un joven de tan solo 19 años abrió fuego contra los empleados de la empresa Fedex en Indianápolis (en la que él mismo había trabajado), matando a ocho personas, quitándose la vida después.
El presidente Joe Biden admite, públicamente, que los continuos sucesos con armas de fuego, tanto cortas como con fusiles de asalto, es una vergüenza nacional a la que hay que poner remedio cuanto antes. Ha prometido legislar al respecto siendo prioridad en su política, pero son pocos quiénes creen que sus promesas se lleven a efecto, en un País donde precisamente por haber tantos tiroteos, los ciudadanos quieren poder defenderse.
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