Los científicos no se ponen de acuerdo sobre por qué nos vemos obligados a dormir ni que sentido tienen los sueños
En los años 50 un equipo científico descubrió por primera vez la fase REM del sueño: mayor actividad cerebral, ritmo cardíaco y respiración acelerados, pero con el cuerpo paralizado salvo por los ojos que se agitaban si bien con los párpados cerrados pues los individuos estudiados estaban completamente dormidos. De hecho, esta etapa del sueño onírica se denomina REM precisamente por ese movimiento rápido de los ojos (son siglas en inglés; en español a esta etapa del sueño se la llama MOR: movimientos oculares rápidos).
La fase REM se repite cada hora y media, más o menos, a lo largo del tiempo que dormimos y suele durar treinta minutos aproximadamente. Es el momento en el que soñamos y si nos despertamos durante dicha fase los recordaremos mientras que si lo hacemos en una fase posterior lo más probable es que olvidemos enseguida o no recordemos lo que hemos soñado.
Los sueños no son solo propios de los seres humanos; todos los animales sueñan, incluso algunos más que nosotros como el ornitorrinco que es capaz de nadar mientras duerme en una especie de sonambulismo -por cierto, recientes estudios indican que los sonámbulos no están soñando cuando se pasean como zombies por ahí-.
Al suceder en la última etapa del tiempo que dedicamos a dormir pudiéramos entender los sueños como esos chispazos finales de una actividad eléctrica intensa que cesa. Algunos científicos creen que dormir sirve para limpiar nuestro cerebroenviando todo lo aprendido durante el día a nuestra memoria dejando espacio para el día siguiente por lo que los sueños serían imágenes sueltas de archivos de memoria que están reposicionándose o que escapan a su almacenamiento; como si barriéramos suciedad y se nos escaparan pelusas o motas de polvo.
Pueden ser imágenes inconexas, de hechos vividos en diferentes momentos, pero que al “soltarse” mientras el cerebro los almacena y encontrarse con otras imágenes o escenas, se mezclan y generan sueños extraños. De ahí que digamos en ocasiones que hemos tenido sueños raros que no comprendemos. Por otro lado, hay quiénes piensan que todo sueño tiene un significado que de alguna manera marca nuestra vida dándonos claves ocultas sobre cómo actuar ante una decisión que debemos tomar o nos avisan de algo por venir.
Al estudio científico de los sueños se le denomina onirología. Se sabe ya que en las otras tres etapas del sueño (la fase inicial o vigilia, la segunda fase o sueño liviano y la tercera o sueño profundo, siendo la REM la cuarta, todo en un ciclo que debiera repetirse unas cuatro o cinco veces mientras dormimos), nuestro ADN se repara, de ahí que sea importante dormir puesto que es un mecanismo que sirve para que nuestras defensas se mantengan resistentes ante posibles ataques a nuestro organismo.
Seguimos sin saber por qué soñamos. En principio, con seis horas ya habríamos completado el ciclo reparador de sueño pero hay quienes necesitan más (es cuestión de comprobar con cuántas horas nos sentimos bien al día siguiente), siete horas y media, ocho e incluso nueve horas; en casos extremos hay quiénes duermen más de diez horas y quiénes se pasan la mitad del día durmiendo.
Uno de los intérpretes más conocidos de los sueños fue el bíblico José. Después de varias vicisitudes acabaría interpretando los sueños del mismísimo faraón a raíz de explicar el primero que le confió el soberano de Egipto en el que aparecían catorce vacas, siete muy gordas y otras siete muy delgadas. José le dijo al monarca (que se creía un dios y en cambio no supo interpretar su propio sueño) que se avecinaban siete años de “vacas gordas” (de ahí la expresión) o sea de abundancia y siete años de “vacas flacas” o escasez. Esta apreciación hizo que el rey decidiera guardar en los graneros y almacenes recursos para cuando llegaran los años de escasez que predijo José en base al sueño del faraón y efectivamente así sucedió por lo que el pueblo no pasó hambre por la recomendación de José.
Hemos visto de dónde viene la expresión “vacas gordas, vacas flacas” pero hay otras relacionadas con el sueño como “consultar con la almohada”. Se dice que si deseamos solucionar un problema que nos aqueja, no pocas veces al levantarnos al día siguiente hallamos la solución; de algún modo, mientras dormíamos y soñábamos, descubrimos la clave. Vale la pena intentarlo, no se pierde nada.
Uno de los más importantes investigadores del sueño fue el archiconocido Freud (“La interpretación de los sueños”, 1900) que, sin embargo, los redujo a meros impulsos sexuales camuflados en forma de sueños. En cambio, la psicóloga clínica Linda Blaircree que hay sueños acompañados de emociones que tienen una utilidad: analizan lo sucedido en un entorno que no es tan agobiante como el día a día en el caso de que algo nos agobie. En la tranquilidad del sueño podremos ver con más claridad lo que nos preocupa y si bien fue Freud el primero que consideró que los sueños tienen cierta explicación, los psicólogos actuales no lo reducen solamente a un trasfondo sexual.
¿Dónde se originan los sueños?
Gran pregunta de muy difícil respuesta. En la década de los 60 se descubrió que cuando se extirpaba el puente troncoencefálico a un gato éste dejaba de experimentar la fase REM así que ahí podríamos tener la solución. Mensajes químicos llegados del puente activan algunas zonas del lóbulo frontal del cerebro produciendo imágenes y sensaciones que no tienen por qué estar conectadas. El neurólogo Patrick McNamara, director del laboratorio de neurocomportamiento evolutivo de la Universidad de Boston, no está de acuerdo afirmando de que los sueños tienen una función clara porque de lo contrario ¿cómo se explica que personas de diferentes culturas tengan sueños similares? El científico cree que facilitan las interacciones sociales y que tiene un origen ancestral. La psicóloga Linda Blair difiere con él y asegura que no hay símbolos oníricos universales, que cada persona tiene su propio sistema de símbolos, su propio lenguaje particular.
Muchos de los expertos que investigan la actividad cerebral y física mientras dormimos creen que la parálisis muscular durante la fase REM se debe a que de ese modo el organismo impide que hagamos lo que soñamos, porque sería peligroso. Imaginemos que soñamos que estamos corriendo o escalando una montaña; si nuestros músculos no estuvieran paralizados sentiríamos el impulso de hacerlo realmente y aunque parece que algunos lo hacen, como los sonámbulos, en realidad éstos no se encuentran en la fase REM, o sea, cuando “pasean” no están soñando (o eso se cree). Seguro que les ha pasado a los lectores que durante un sueño o pesadilla sufrimos una caída o nos dan un golpe tras lo que despertamos repentinamente nerviosos ya que parece que lo hayamos vivido realmente hasta que reconocemos nuestro entorno (dormitorio, habitación de hotel…) y nos tranquilizamos comprendiendo que solo ha sido un sueño.
Parece que son los lóbulos temporal y parietal los más activos durante el sueño puesto que son los que procesan las imágenes que llegan a nuestro cerebro a través de los ojos. Pero la zona cerebral que distingue lo real de lo irreal no está activada mientras soñamos, de ahí que en los sueños todo sea posible.
La neurociencia cree haber distinguido la secuencia en la que se producen los sueños: primero aparece el entorno en el que se desarrollarán, después las personas y por último los objetos. Por lo general se construyen con imágenes de los últimos días transcurridos pero principalmente del último día cuya memoria se sitúa en el hipocampo (memoria inmediata). Es como si el cerebro “limpiara” su propia memoriaalmacenando los recuerdos en inmediatos, recientes (última semana) y antiguos.
Se sabe por los estudios en los que se han comparado los sueños con los diarios de los sujetos estudiados que algunas imágenes correspondían a experiencias vividas días atrás pero la mayoría eran del último día vivido. En este sentido, el cerebro funcionaría como un archivo: selecciona los documentos por fechas o tipos de experiencias pero si alguno debe pasar a un estante de fechas anteriores o porque esté relacionado con algo sucedido tiempo atrás, recuperamos aquel archivo únicamente para establecer la conexión volviendo después a ponerlo en su lugar lo que en el sueño se traduciría en la aparición de imágenes de vivencias del pasado que creíamos olvidadas junto a imágenes de nuestro presente más inmediato.
Una señal de esquizofrenia pudiera ser si solo soñamos con personas que nos agreden o seres grotescos pero no lugares ni objetos. Los estudios publicados de la doctora Elena Urrestarazu (Universidad de Navarra), el doctor Ernest Hartmann(Universidad de Metford) o la psicóloga Deirdre Barrett de la Escuela Médica de la Universidad de Harvard, entre otros, coinciden en que los sueños, incluso las pesadillas, no tienen por qué ser algo inconexo sino tener una funcionalidad: recordarnos cómo actuar en una situación complicada rememorando alguna actividad similar del pasado; ésta quedaría archivada. Si volviéramos a enfrentarnos a algo parecido o para lo que aquella vivencia pasada pudiera servir como experiencia o referente, se nos manifestará en forma de sueño mezclando lo que nos atormenta en el presente con imágenes de la experiencia que el cerebro “recupera” como referente. Recordaríamos entonces cómo actuamos la anterior vez, con esas imágenes de nuestro sueño y obraríamos en consecuencia una vez despertemos. Esto hace que la depresión o trance que estemos pasando sea menos traumático.
Un equipo neurocientífico japonés liderado por el doctor Yukiyasu Kamitani, en el Instituto Internacional de Investigación de Telecomunicaciones Avanzadas de Kioto, utilizando un escáner de imagen por resonancia magnética funcional (IRMf), cree poder averiguar lo que soñamos. Cuando la maquinita muestra una forma geométrica después de haber estado en línea recta durante unos minutos se entiende que el individuo estudiado se encuentra soñando y se le despierta para preguntarle qué soñaba. Según su respuesta se asocia la forma al concepto soñado. Pero ha recibido muchas críticas porque las formas que se reproducen en la pantalla asocian generalidades, no objetos concretos.
Otros psicólogos han averiguado que los videojuegos estimulan los sueños lúcidos, aquellos en los que controlamos lo que soñamos, claro que también los usuarios de videojuegos parece que son más propensos a las pesadillas por razones obvias: se enfrentan a diario a zombis, criminales y todo tipo de monstruos. Serían los llamados sueños de proyección mecánica, aquellos en los que se manifiestan imágenes que hemos visto durante el día en la televisión, Internet o un videojuego.
El conocido divulgador científico Eduardo Punset comentaba en su blog, el año pasado, que varios científicos en Boston con los que conversó acerca de las pesadillas le dijeron que en realidad no son sueños, ni siquiera se producen en la fase REM. Incluso lo normal es que desaparezcan a partir de los treinta años o digamos mejor la secuela física de las pesadillas, como si a partir de esa edad ya no pudieran afectarnos tanto.
El cerebro tan solo reduce su actividad en un 20% mientras dormimos con lo que sigue funcionando, pensando, interpretando… No es para menos teniendo en cuenta que dormimos la tercera parte de nuestra vida (en conjunto, si vivimos 90 años habremos dormido treinta, en el caso de que durmamos ocho horas diarias, que se dice es lo habitual).
La “hipótesis de activación o síntesis” formulada por los científicos Allan Hobson y Robert McCarley, profesores de la Escuela Médica de Harvard, intenta explicar que el cerebro lanza al organismo avisos de que durante el sueño está en una posición inadecuada en forma de imágenes o escenas en las que, por ejemplo, estamos cayendo lo que nos despierta momentáneamente y nos ayuda a corregir la postura. Por lo general, no nos acordamos de ese despertar instantáneo al día siguiente y de hecho nos movemos y despertamos de ese modo muchas veces, principalmente en las primeras fases del sueño o al finalizar el ciclo del mismo y antes de un nuevo ciclo. Pero esta hipótesis es criticada ya que precisamente el detalle de que nos movemos tanto nos despertaría a menudo de pesadillas en las que caemos y no es el caso dicen los detractores de esta investigación, pero también, tal vez por esto, se afirme últimamente que las pesadillas en realidad no son sueños ya que no se producen en la fase REM.
La verdad es que, a pesar de todos los estudios e hipótesis, de máquinas sofisticadas y experimentos costosos realizados por las mejores Universidades, seguimos sin saber por qué soñamos.
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