Las polémicas sobre cómo comparten datos de sus usuarios se suceden
Mark Zuckerberg, propietario de Facebook y su presidente ejecutivo, respondió al requerimiento del Parlamento Europeo, en 2018, sobre su falta de privacidad y seguridad en el tratamiento de datos personales.
La comparecencia ante el alto organismo europeo se debió al escándalo de la consultora británica Cambridge Analytica que se hizo con millones de datos particulares de usuarios de Facebook, sin su consentimiento.
La consultora fue contratada por Donald Trump durante su campaña política para la presidencia de los Estados Unidos para hacer propaganda en Internet y otros medios. Se le acusó de comprar datos personales a Facebook y según otros medios también a Twitter, vulnerando la Ley de Protección de Datos en varios Países.
Se sospechó que Cambridge Analytica intentó influir en millones de electores persuadiéndoles, mediante consejos según sus gustos y perfiles (lo que no era de acceso público), con la información que habían recopilado. Señalaron a Trump como instigador detrás de esta trama, como de usar datos de usuarios británicos en el referéndum del Brexit con la misma finalidad: influenciar en el voto.
Mediante la encuesta denominada This Is Your Digital Life (Esta es Tu Vida Digital) de la empresa Global Science Research, de Aleksandr Kogan, un investigador en psicología de la Universidad de Cambridge, se recabaron los datos que se vendieron a Cambridge Analytica.
Tal vez alguno de los lectores se pregunte: ¿tantas personas respondieron a la encuesta?
Porque se habla de decenas de millones de afectados. En realidad, fueron algo más de un cuarto de millón los que respondieron, pero la empresa, al hacerse con sus perfiles, accedió también al de sus amigos conociendo sus gustos y orientaciones.
Zuckerberg se defendió alegando que su empresa no vendió datos de sus usuarios, sino que hubo una fuga.
Sirvió para que la Unión Europea reforzara su defensa del usuario con un nuevo Reglamento General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés), con multas descomunales a las empresas de Internet que no hayan asegurado la información que sus usuarios no desean hacer pública.
Antecedente: el caso "Google nos debes"
No convencieron las explicaciones de Google sobre la información de millones de usuarios de terminales iPhone entre los años 2011 y 2012.
Se acusó al gigante informático de recabar esos datos sin dar opción a los usuarios de evitarlo ya que carecían de la conocida opción de los navegadores de Internet de evitar cookies de terceros. Los abogados de los afectados (que se constituyeron en asociación para defender sus derechos legales) presentaron una demanda que tras varias vicisitudes acabaron perdiendo.
La plataforma legal que crearon fue denominada "Google you owe us". Se acogieron a la DPA (siglas en inglés de Ley de Protección de Datos) de Gran Bretaña pero Google recurrió ante el Tribunal Supremo. Le dieron la razón alegando que no se podía dar la misma indemnización a cada demandante porque antes tenía que presentar la prueba de qué datos habían sido robados de cada uno de ellos, las pérdidas económicas que les supuso y si hubo daño psicológico de algún tipo.
Al no poderse demostrar el daño causado por Google a cada usuario de modo individual, se desestimó la demanda presentada por los abogados de los supuestos afectados.
El interés de las compañías tecnológicas por nuestros datos
No solo Facebook o Google se interesan por nuestra información más personal. ¿Acaso no habéis comprobado como cualquier aplicación que queramos descargar nos pide permiso antes para acceder a nuestra galería de imágenes y contactos?
Que alguien me explique para que quiere un juego de marcianitos acceder a esa información. La explicación es que venden la información recabada a otras empresas. Ya sabéis esa máxima de Internet: si lo que te ofrecen es gratis, el producto eres tú.
Las compañías basadas en Internet se aprovechan de los fallos de seguridad, como contraseñas poco seguras o no utilizar el sistema de autenticación en varios pasos, para hacerse con nuestros datos.
No nos engañemos, a las redes sociales no les importa nuestra privacidad pues viven de lo que compartimos: publicaciones, mensajes, fotos, grupos a los que pertenecemos, las páginas o perfiles que visitamos, las compras que hacemos, etc.
Conocen nuestro número de teléfono, la marca, modelo e IP de nuestros equipos informáticos, el sistema operativo y el navegador que solemos usar, lo que duran nuestras sesiones y a qué hora nos conectamos así como la relación que nos une a nuestros amigos (si es más afectuosa o menos).
Incluso si no fuéramos demasiado activos en redes, el hecho de que sí lo sean nuestros amigos y parientes ya supone información sobre nosotros que recaban a través de ellos.
Fake News (noticias falsas)
Las noticias falsas que pululan por las redes sociales son especialmente útiles en campañas electorales desacreditando a los contrincantes.
Sucede en todo el Mundo. Y es que los políticos son los que más echan mano de este sucio recurso: lo hacen cuando son entrevistados, en mítines, en debates televisados, en sus páginas webs o incluso en instituciones públicas.
Dan informaciones no contrastadas que se divulgan por las redes sociales, ahora que los políticos son muy dados a difundir sus impresiones por este medio, creyendo que así llegan mejor al pueblo.
No cuentan con que los medios de comunicación, vigilantes, piden aclaraciones sobre afirmaciones contradictoras o encuestas cuyos resultados han sido abultados en favor o perjuicio de un partido político u otro, según sea el interés.
La razón por la que las “noticias falsas” se propagan con tanta rapidez se debe a que, no pocas veces, se restringe el acceso a la verdad por lo que surgen teorías "alternativas".
Facebook, en su "metaverso" (conjunto de todas sus redes sociales) contribuye a que las fakes news viajen a gran velocidad, pues ahí siguen y cada año más, por lo que pareciera que hacen poco para impedirlo.
En el momento en que se hace clic en “me gusta” y se comparte una fake, las redes sociales por las que corre contribuyen a su difusión (no solo Facebook), aunque sea de modo indirecto.
El poder y la responsabilidad de Facebook
Facebook, ahora llamada "Meta" controla en gran parte la sociedad actual, la cual se mueve en las redes sociales, siendo varias de ellas propiedad de Mark Zuckerberg, dándoles la denominación común de Metaverso.
Están desarrollando cascos con gafas virtuales para interactuar en un entorno que incluya todas las redes sociales de su conglomerado, como la popular Instagram, así como juegos en tiempo real y otras aplicaciones.
Pero si la privacidad ha estado entredicho en la forma actual en la que interactuamos, imaginemos cuando se desate todo ese universo virtual paralelo.
Hace unos pocos años, para compensar la aparente falta de ética de Facebook de la que le acusaban, la empresa creó “Portal Joven”, instruyendo a sus clientes más jóvenes sobre cómo deben gestionar su privacidad. Les recomendaba cómo crear contraseñas más seguras o el sistema de autenticación en dos pasos.
También les animaba a denunciar cuentas falsas o contenidos inadecuados o ilegítimos, cómo escoger a sus amigos o cómo realizar una modificación de su perfil de forma segura y en un blog que también se diseñó a tal efecto, los jóvenes contaban sus experiencias de uso.
Pero ha sido un fracaso, de hecho Facebook está perdiendo a sus usuarios más jóvenes que han hallado otras redes sociales más dinámicas y acorde con lo que ellos buscan, como Tik Tok y similares.
Para colmo, en 2021, una ex-empleada de la red social, Frances Haugen, declaró ante el Congreso de los Estados Unidos afirmando que Facebook prioriza sus intereses comerciales a la seguridad de los menores que acceden a sus contenidos.
Haugen se apoyó en documentación que recopiló ella misma durante el tiempo que trabajó en Facebook intentando demostrar que tanto dicha red social como Instagram difunden desinformación. Pero fue más allá y se atrevió a decir que no protegen a los menores de contenidos en los que se fomenta el odio.
Asegura que la compañía de Zuckerberg cuenta con sistemas de inteligencia artificial que podrían impedir todo ese daño, pero no lo hacen porque iría en detrimento de sus beneficios económicos. Como se comprenderá, la empresa ha desmentido lo que considera son declaraciones de una ex-empleada, molesta por su despido.
Pero no ha sido la única que ha despotricado contra Facebook. Sandy Parakilas, ex-director de privacidad de la empresa, dijo hace años, en una charla impartida en la Fundación Telefónica, que la red social pasa olímpicamente de la privacidad.
¿Qué ha hecho Zuckerberg para evitar que sigan difamándole? Ha implementado medidas como un mayor control por parte del usuario de su propia información personal (como borrar lo que haya publicado, si lo desea) o lo último que han anunciado: dejarán de registrar la ubicación - podemos desactivar el historial de ubicaciones pero pocos se preocupan por hacerlo -.
Y es que es tanta y tan variada la información que Facebook recopila sobre nosotros que se puede decir que nos conocen mejor que nuestras propias madres o parejas. Por ejemplo, lo que nos gusta comprar en aquellas tiendas online a las que accedemos a través de nuestro perfil de Facebook.
Multipliquemos todo lo mencionado en este post por más de 3.000 millones de usuarios con los que cuenta Facebook junto a los mil millones de Instagram. Seguramente, muchos usarán las dos redes sociales pero nos da una idea de la enorme influencia que tiene la empresa de Zuckerberg.
Las empresas que recaban información ven a Facebook como una herramienta imprescindible para su trabajo
Facebook no es gratuito, en el momento en que pagamos con nuestros propios datos personales, los cuales venden a otras empresas. Cierto es que actualmente se pide consentimiento para ello y decir que lo ignorábamos no nos excusa porque se nos avisa de modo machacón, siempre que abrimos una web por primera vez.
El acceso a las RRSS es gratuito con lo que los ingresos les vienen por otro lado. Los propietarios se han hecho multimillonarios gracias a la publicidad insertada en las mismas y a los datos que comparten de los usuarios.
Lo que ocurre es que las propias redes sociales premian a los creadores de contenidos con más seguidores pagándoles por ello con lo que ha surgido la profesión de "streamer": quiénes publican en directo a través de sus teléfonos móviles u otros dispositivos sobre diferentes temáticas. Eso es el streaming, a fin de cuentas: grabar en directo.
Interactuan con quiénes se conectan en ese momento, quedando sus vídeos grabados para ser consultados cuando cualquier usuario lo desee.
Los cientos de miles de seguidores (o millones) son la baza de los streamers con lo que de nuevo la privacidad está en riesgo porque rara vez se revisan las recomendaciones cuando nos conectamos a los canales de streaming. Nos importa más otras cuestiones como la velocidad de Internet, descarga de archivos y asuntos de esa índole.
Así que cuando nos conectamos a cualquier aplicación y nos pide permiso para acceder a nuestros datos (aunque no tengan que ver nada con lo que nos ofrecen), casi todos los usuarios permiten ese acceso de forma casi automática. La responsabilidad, por lo tanto, es compartida.
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