La situación interna en Líbano se torna extremadamente violenta.
Existe un claro enfrentamiento entre las diferentes fuerzas políticas, incluyendo tiroteos que ya se han saldado con varias muertes, algunos dirigidos hacia los líderes de los partidos.
Los titulares de la prensa libanesa y regional hablan durante todo el mes de julio de enfrentamientos, siendo el más impactante el letal intercambio de disparos entre los partidarios del líder druso Walid Jumblatt, del Partido Socialista Progresista (PSP) y los del Partido Democrático Libanés (LDP), liderado por Talal Arslane, coincidiendo con la gira del líder de la Corriente Patriótica Libre, Gebran Bassil, por el Distrito de Aley.
La violencia estalló cuando el convoy de automóviles del ministro de Asuntos de Refugiados, Saleh Gharib, pariente de Talal Arslane, atravesaba el municipio de Qabr Chmoun, el domingo 30 de junio de este año 2019. Los tiros con armas automáticos dejaron dos muertos y tres heridos lo que revela el alcance de las divisiones políticas en el país, poniendo en peligro la reconciliación en la región del Monte Líbano. Además, no hay que olvidarse que la tensión se incrementó anteriormente al acontecimiento cuando el ministro de Relaciones Exteriores, Gebran Bassil, estuvo de gira en Aley.
Gebran Bassil recordó en sus mitines lo que sucedió durante la guerra en Monte Líbano, específicamente el frente de las milicias cristianas que se opuso al PSP, en 1983
Samer Abu Faraj y Rami Salman, dos guardaespaldas del ministro Saleh Gharib, fueron asesinados el día que el convoy fue atacado por partidarios armados del líder durso Walid Jumblatt, que pretendían evitar que el convoy de Gharib se dirigiera hacia la villa de Kfarmatta, procedente de la localidad de Chemlane, donde se había reunido con el líder de la Corriente Patriótica Libre (CPL), Gebran Bassil.
Para Karim Bitar, director de investigación del Instituto Internacional de Relaciones Internacionales en París: (...) treinta años después del final de la guerra, las mentalidades de las milicias aún están ancladas, y en lugar de que sea el Estado el que disuelva las milicias, son ellas las que lo disolvieron.
Como es habitual en Líbano, cada líder quiere imponer su propia soberanía a costa del otro bando. Además, desde el punto de vista de las emociones y las sensibilidades, el País no ha hecho un trabajo de memoria en relación a la Guerra Civil Libanesa, lo que sigue fomentando discursos provocativos de lecciones no aprendidas.
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