La detección del yihadismo en prisiones no es tarea fácil
Resulta especialmente complicado detectar a los radicales que no ingresaron en prisión por terrorismo.
El integrismo islamista puede darse en internos normalizados que no ingresaron en prisión por yihadismo, por lo tanto las características físicas son tan solo un posible factor a tener en cuenta, pues pudiera darse el caso también de que el interno no quisiera levantar sospechas y mostrara una imagen occidental.
Por lo tanto, el hecho de que intensifiquen sus prácticas religiosas, anteponiéndolas a las demás actividades, no debe anteponerse a la detección de una interpretación del Islam en su vertiente más extremista de lo permitido o prohibido por su religión.
Por ello es imprescindible intensificar no solo la observación de estos internos sino los registros de sus celdas pues en ellas pueden haber indicios de radicalización, sabiendo diferenciar los textos religiosos que se hallen pues pudieran no ser de contenido extremista.
Es imprescindible la formación de los funcionarios, siquiera básica, en cultura araboislámica, para distinguir a la misma del integrismo islamista, pues no son lo mismo.
Detección de los presos que se radicalizan
Los internos que están en proceso de radicalización pueden mostrar una tendencia al cambio en su comportamiento, su aspecto físico o el de su celda, pero como decía en el anterior párrafo ello no es determinante sino su cambio de actitud.
Pudieran mostrarse cada vez más violentos con los funcionarios o con los “infieles”, o los “fieles” no practicantes o que estos presos no consideran buenos musulmanes.
Comienzan a mostrar rechazo por todos aquellos que no se muestran extremistas, por lo que reducen sus relaciones con los demás, son más retraídos y únicamente se relacionan con quienes ejercen influencia sobre ellos: los líderes espirituales.
En lo que se refiere a las relaciones familiares, pueden perder el contacto con sus familias si éstas no se adaptan a su nueva línea radical. En el caso de que lo hagan, este cambio se puede ver reflejado en la indumentaria de las mujeres que les visitan, a las que les obligarán a taparse prácticamente todo el cuerpo, o ponerse velo.
Les dirán que vayan acompañadas por algún familiar al salir a la calle. Este último punto es relevante destacarlo pues será muy importante la atención que a estas comunicaciones presten tanto los funcionarios del departamento de comunicaciones como los trabajadores sociales que deben tener actualizados los datos familiares y las relaciones que los internos mantienen con sus familias.
Es importante realizar entrevistas habitualmente tanto con familiares como con los internos, en las que se podrían detectar estos aspectos, lo que pudiera determinar su seguimiento especial.
En este proceso de radicalización destaca el cambio que sufre el interno en cuanto a sus temas de interés:
Utiliza retórica religiosa al expresarse
Muestra su repulsa a las políticas que han dado lugar a las “injusticias” contra los musulmanes por parte de los países de Occidente.
Tiende a utilizar medios de comunicación afines a sus principios y leer revistas que muestran la historia de la religión islámica. Lo que se tendrá en cuenta es si antes de su ingreso en prisión no les llamaba la atención o no se la prestaban del mismo modo que otras facetas de su vida.
Podemos llamar a los internos que se han radicalizado en prisión “novatos”, por haberse llevado el proceso con celeridad dentro del centro penitenciario, diferenciándolos de los radicales “absolutos”.
Otro aspecto es que si antes consumían drogas, le resulte más sencillo abandonar esos vicios por sus convicciones religiosas profundamente arraigadas.
El rezo como factor para detectar radicalismo no es determinante
En lo que se refiere a su comportamiento colectivo, el preso integrista tiende a unirse a otros internos con su ideología radical.
Es difícil que sufra este proceso en solitario pues si alguien le ha radicalizado tendrá contacto con él y con otros en su misma situación.
El problema es que al dejar de dirigirse a los funcionarios, éstos lo tendrán más complicado para detectar su radicalismo. En cambio, con los internos con los que comparte un perfil ideológico radical, se interesará y compartirá sus ideas, pensamientos y críticas hacia los “infieles”.
Van a querer realizar la oración colectiva, que será dirigida por el autoproclamado líder espiritual del grupo. Sin embargo, la oración o "salat" puede suponer en ocasiones un problema regimental o de seguridad, pues toda actividad colectiva debe estar autorizada.
Si bien el horario de rezo islámico lo está, por supuesto, no se puede llevar a cabo en el patio de un módulo por iniciativa de un grupo de internos.
En otras religiones, como la católica, por ejemplo, existe un lugar y día para la celebración de la misa, con lo que todos aquellos internos que quieran acudir son autorizados previamente por el Subdirector de Seguridad del centro penitenciario. Lo mismo debe hacerse (y se hace) con los presos musulmanes.
Los comportamientos colectivos son un dato revelador y a tener en cuenta
La observación a determinadas horas, que puede llevar a efecto tanto los funcionarios de vigilancia interior como los funcionarios del Grupo de control y Seguimiento, será imprescindible para mantenerse informado de la evolución de los internos FIES (especial seguimiento).
Se debe tener una imagen clara de quiénes ejercen como líderes espirituales en estas oraciones colectivas no autorizadas, como en el caso de que no fueran habituales en el rezo y comenzaran a realizarlo de manera estricta.
Hay prisiones en las que no se autoriza un imán proveniente del exterior porque no tenga referencias comprobadas o suficientes credenciales. Surge así la figura del imam “informal” que no suele ser reconocido sino autoproclamado.
Por lo general, el iman "informal" no tiene formación reconocida ni está preparado para dirigir al grupo en la religión islámica. Si se trata de alguien con su propia interpretación radical de la religión, podemos imaginar lo que enseñará a sus seguidores.
El problema estriba en que todavía hoy existe escasez de comunidades islámicas que se relacionen regladamente con instituciones penitenciarias lo que supondría, si hubiera cierta colaboración, más control en el proceso de radicalización de estos internos.
Se detecta en los internos radicalizados una considerable reducción en sus relaciones con los funcionarios a los que se dirigirán lo estrictamente necesario. Es probable que las peticiones se hagan grupalmente por su líder, por ejemplo para solicitar espacios para el rezo o adaptación de sus comidas.
"Yihad" significa "esfuerzo", siendo el sacrificio que todo buen musulmán realiza para cumplir los preceptos islámicos. Los muyahidines yihadistas (rama más violenta y radical del integrismo islamista) han desvirtuado ese concepto.
Perfil psicológico de los presos yihadistas
Reglamentariamente, por su perfil específico, se remite mensualmente a la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria novedades respecto a su evolución sanitaria.
No es frecuente el uso de fármacos hipnóticos o psicotrópicos, en consecuencia podemos decir que no son internos que estén incluidos en “rutinas carcelarias” (deudas, intercambio de tabaco por medicación, etc.) o problemas derivados del consumo de drogas o medicación con efecto sedante.
No es infrecuente observar cuadros de tipo psicótico en internos de convicciones más radicales (normalmente no son formas debutantes, sino que existe historia de antecedentes de atención psiquiátrica).
No suelen consumir drogas, aunque esporádicamente solicitan algún “tranquilizante”, sobre todo internos jóvenes de educación occidental.
Cierto es que un interno que se ha radicalizado de forma rápida es difícil que pierda los hábitos que tenía, como puede ser el consumo de hachís, muy habitual en la población musulmana, pues algunos no lo consideran una droga. En estos casos, seguirá consumiendo por ser una práctica en él normalizada y complicada de eliminar en un corto espacio de tiempo, si es un caso de radicalización “express”.
El perfil psiquiátrico puede verse agravado por algún tipo de enfermedad que entre en contradicción con su convicción religiosa, como pueden ser las enfermedades de transmisión sexual. Estos individuos, una vez libres, pudieran valorar un acto terrorista suicida, como consecuencia de un doble motivo:
Que si vuelven a su país no podría ser tratada su enfermedad porque saldrían a la luz sus prácticas homosexuales
Que el peso en su conciencia por dichas prácticas contrarias a su fe no le dejarían vivir en paz.
Con respecto a las mujeres yihadistas, detenidas por captar seguidores, suelen tener en común:
Han sufrido algún tipo de maltrato o vejación por sus familias o maridos, casi siempre por alguna relación extramatrimonial.
Al verse desarraigadas y solas, habrían sido fácilmente captadas por redes sociales prometiéndoles si se unían a la causa que sus pecados serían redimidos.
Lo que buscan estas mujeres es apoyo y protección; llegan a creer que verdaderamente les necesitan para la causa. Los reclutadores consiguen que muchas de ellas se unan al Yihad casándose con muyahidines y teniendo hijos con ellos.
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