El descontrol es palpable y las medidas son más reaccionarias que preventivas en Occidente; en cambio, en China han logrado frenar la propagación. Veamos qué protocolos han activado para conseguirlo.
El presente artículo trata de arrojar algo de luz sobre las medidas que han resultado más eficaces tomadas por algunos gobiernos y porqué en España, con más de 33.000 muertes oficiales (según otros recuentos más de 52.000), no estamos frenando esa curva de contagios.
Actualmente estamos viviendo la que posiblemente sea la crisis sanitaria más grave en estos últimos años debido a la pandemia global del SARS-COV-2, comúnmente llamado por todos: el coronavirus o la COVID.
Todos los países están presentando problemas de actuación frente a como contener este virus. Algunos han reaccionado tarde pensando que el problema no iba con ellos, ya que empezó en China y pensaron que se quedaría ahí - como es el caso de la mayoría de países occidentales -.
Otros han decidido no tomar medidas tan restrictivas de derechos como puede ser el confinamiento obligado de la población porque creían que no era para tanto o que su población podía desarrollar una inmunidad frente al virus (el Gobierno británico no ordenó la cuarentena hasta el 24 de marzo, cuando ya se habían registrado 355 fallecidos) .
¿Cómo se propaga el virus?
Desde la Web del Ministerio de Sanidad de España se indica que el contagio se efectúa a través de las secreciones respiratorias (de más de 5 micras) generadas a partir de la tos y de los estornudos de un enfermo al entrar en contacto con la nariz, boca u ojos de una persona sana.
El contagio puede efectuarse antes de la aparición de los síntomas, antes por lo tanto de que sepamos que tenemos el virus, o por los casos asintomáticos. Es de aquí de donde surge la importancia del confinamiento de la población, ya que se trata de un virus que se contagia muy rápido y es posible que seamos portadores sin saberlo.
El Imperial College es la principal institución que asesora a las autoridades sanitarias británicas y sus informes son apreciados en todo el Mundo. Considera que la tasa de contagio por persona es de 2-4 contagios, lo que significa que cada persona que lleve en su interior el nuevo coronavirus pudiera contagiar hasta cuatro personas más.
¿Cómo han conseguido frenar la epidemia en algunos lugares?
Cuando se detectó que Wuhan estaba siendo el centro de la epidemia, China decidió decretar el cierre total de la ciudad y el confinamiento estricto de la población, con una metodología criticada por Occidente.
Poco tiempo después se tuvo que admitir en Europa que lo más efectivo es que la imposición de las medidas sea contundente. Tras un período de estricto confinamiento, en prácticamente todos los Países europeos permitieron que los ciudadanos volvieran a su rutina, trasladándoles la responsabilidad de evitar nuevos contagios. Ha sido un rotundo fracaso: la segunda oleada en otoño amenaza con ser peor que la primera.
Durante el período más grave de la epidemia en China se procedió a la identificación y aislamiento de casos, en donde los leves, asintomáticos o sospechosos por haber estado en contacto con enfermos eran enviados a “Hospitales temporales” o “centros de confinamiento” alejados de la población sana, mientras que los casos graves eran tratados en el resto de Hospitales.
Solamente los casos confirmados y que presentaban algún tipo de problema eran enviados a los Hospitales; el resto los trataban en los centros de cuarentena. Incluso los pacientes dados de alta seguían en cuarentena durante varios días en estos centros.
Para poder realizar toda esta clasificación de personas, y ante la escasez que empezaba a presentarse, se construyeron dos grandes hospitales y los edificios como hoteles, escuelas y similares eran utilizados como centros de cuarentena. Y ante el problema de la escasez de kits de detección rápida se utilizaron escáneres de tórax.
El cierre total de Wuhan (si bien es cierto que también presento núcleos epidémicos en otras regiones) y las restricciones de movimiento en gran parte del país, consiguió “contener” el virus en Wuhan y así el resto de China tuvo capacidad para salvar a esta
región al no verse tan afectadas otras Provincias.
Otras de las medidas importantes, obtenida de la experiencia en la lucha contra el SARS (un coronavirus que provocó una epidemia anterior entre 2002 y 2003 y que forma parte de la misma familia de virus que el COVID-19), es el control de la temperatura de los ciudadanos en varios puntos de la ciudad e incluso a domicilio. En los casos de presentar fiebre, son trasladados a “clínicas de fiebre” para descartar los casos de coronavirus.
Realizaron una especie de control informal social: en la ciudad de Ningbo, las autoridades ofrecían una recompensa económica por denunciar a enfermos. En Qianjiang se premiaba económicamente a los ciudadanos que se ofrecieran voluntariamente a realizarse pruebas de test y dieran positivo, quedando confinados en el acto.
El remedio ideal (y poco aplicable a nivel real) para frenar la pandemia sería el distanciamiento social extremo: aislar a toda la población durante 14 días y mantenerla a más de dos metros de distancia; es así como se terminaría con la expansión del virus. Es cierto que esta medida es la que teóricamente se está siguiendo en varios países pero el fallo principal es que se ha hecho de forma muy gradual y como decía anteriormente, no de modo contundente como sí se hizo en China y otros Países orientales. En cambio, en Europa y Norteamérica no se ha conseguido frenar esa curva como se deseaba.
De aquí la importancia e insistencia de la OMS en la realización de test rápidos que son los que permiten la identificación y aislamiento de personas infectadas y de sus contactos, sobre todo de los asintomáticos que son el gran peligro de expansión del virus.
Los test son los que nos ayudan a tener un control de la epidemia y un conocimiento sobre en qué zonas destinar más recursos de manera rápida, ya que la prueba PCR tarda varios días.
En la localidad de VO’, en la Provincia italiana de Padua, uno de los epicentros de la epidemia en el País durante la primera oleada, se consiguió frenar el virus. Realizaron test masivos a la población para detectar los casos positivos y sus contactos y aplicarles la cuarentena total.
También Alemania ha realizado test masivos a toda la población, a pesar de la tardanza de las medidas de confinamiento (más laxas que en España), que les ha permitido monitorizar el virus desde un primer momento y dar asistencia sanitaria temprana a los contagiados que padecían factores de riesgo. Posiblemente esto es lo que permitió que tuvieran una tasa más reducida de mortalidad al igual que Corea del Sur. Sin embargo, en otoño, Alemania vuelve a estar en alerta con toques de queda nocturnos como en algunas ciudades de Francia, tales como la capital, París.
El caso de Suecia es muy llamativo. Siendo un País europeo y por lo tanto próximo a uno de los epicentros de la pandemia, no acusa incidencia grave hasta el punto de no darse una segunda oleada. Es más, durante la primera ola solo impuso dos restricciones: visitar las residencias de ancianos y reuniones de más de cincuenta personas. Estas prohibiciones ya han sido levantadas con lo que los suecos ya pueden visitar a sus mayores.
El Gobierno sueco no cerró escuelas, ni siquiera las guarderías, tampoco los locales de hostelería. La población podía pasear y hacer su vida normal mientras en España y medio Mundo han estado confinados en sus casas.
Mientras en España la tasa de contagio se acerca a 500 por cada cien mil habitantes, en Suecia es de poco más de veinte y un 0,1% de tasa de mortalidad (la de España ronda el 5%). Tampoco cerraron las fronteras en Suecia salvo a las personas que procedieran del exterior del espacio Schengen europeo. En cambio, en casi todos los Países de la UE se procedió al cierre inmediato.
Lo que ha sucedido en Suecia es que se ha concienciado a la población sobre su responsabilidad de forma tajante y los ciudadanos se hicieron eco de las medidas recomendadas sin necesidad de imponérselas. En el resto de Europa, parece que nos cuesta más trabajo entenderlo.
¿Qué ocurre con España?
El problema que ha presentado España (y que presentó Italia) es que redujeron la realización de test para no sobrecargar el sistema sanitario y dar así prioridad a los enfermos. ¡Gran error!, ya que el virus se propaga por toda la población sin saberlo (principalmente y en un primer momento en Madrid) debido a los asintomáticos y a los que no presentaban síntomas de manera temprana.
Además otro principal problema que está mostrando el sistema es la falta de medios de protección para el personal sanitario, esencial para la lucha contra el virus, y que le supuso al colectivo numerosas bajas.
De todo el personal sanitario que trabaja en los diferentes hospitales y centros de salud en España, unos 420.000 profesionales, según el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a fecha de hoy se han registrado más de 64.000 contagiados (y 64 fallecidos). De ellos, el 56% trabaja en hospitales y centros de salud.
Son miles los profesionales que no pueden prestar sus servicios en el Sistema Nacional de Salud, en un momento de gravísima crisis y ha sucedido porque se han encontrado sin una reserva nacional de medios de protección ni protocolos eficaces (no por culpa de ellos, que más no han podido hacer, demostrando una valentía extraordinaria).
Si lo que tenemos en cuenta son los contagiados totales detectados en la población española, (casi 849.000 cuando se actualiza este artículo), supone el 7,6% de los contagiados. En todo el Mundo ha supuesto el 14% del total de contagiados (más de cuatro millones de sanitarios).
Más no se puede pedir a estos profesionales que se hallan en primera línea del frente contra un enemigo implacable como es el COVID-19. Se vieron obligados a ingeniar rudimentarios equipos de protección, puesto que nos les llegaban los adecuados, para poder seguir trabajando y ayudando a los enfermos.
Lejos de negarse a seguir trabajando en tan pésimas condiciones, con un elevado riesgo para salud y posibilidad de morir como ya ha sucedido, aún así el personal sanitario continúa dándolo todo (no solo médicos y enfermeros, sino también celadores, personal de limpieza y administrativos, auxiliares, técnicos...).
Adría Carrasco es colaborador de la Red SAFE WORLD, especializado en criminología forense y ejecución penal por la Universidad de Barcelona y Máster sobre fenomenología terrorista de la Universidad de Granada, posgrado con el que RSW colabora.
Para este artículo ha contado con la colaboración de Adolfo Estévez, coordinador de RSW.
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