Todo Estado legítimo ha de favorecer la seguridad de la población detectando grupos insurgentes y desarrollando una respuesta eficaz contra los mismos.
De las diferentes conceptualizaciones sobre insurgencia se pueden destacar una serie de consideraciones que distinguen a estos movimientos:
Cuando se habla de insurgencia, no se hace referencia al ejercicio de un tipo de violencia fortuita, sin orden ni concierto, sino a un tipo de violencia política.
El apoyo popular es un elemento clave para su estrategia. Necesitan ser aceptados por parte de la población lo que determinará en gran medida su éxito o fracaso.
Suele caracterizarse por el desequilibrio de fuerzas, optando por un enfrentamiento asimétrico, normalmente prolongado, recurriendo a la guerra psicológica y la movilización política como herramientas esenciales.
Aspectos y requisitos que contemplan las insurgencias
En el inicio de una insurgencia se cristalizan varios aspectos que van a influir en su desarrollo. Debemos destacar que una insurgencia no es un hecho aislado sino un movimiento concienzudamente planificado y con una finalidad muy concreta. Suelen aprovechar una situación caótica en el País donde se origine, buscando un objetivo que genere apoyo social.
La guerra de insurgencia es el nombre moderno pero existe desde siempre solo que ha sido denominada de distintas formas: guerrilla, guerras asimétricas, guerra irregular, guerras de baja intensidad o de cuarta generación, caracterizándose en todos los casos por la existencia de un contendiente más débil que el otro. Pero es la política, como expresión popular, la que se dirige a la confrontación hasta reconducir la situación de caos con la máxima "vencer o morir", pero insisto, el triunfo no es militar, sino político.
La organización, los objetivos y las tácticas usadas pueden ser distintas y de variado signo según las circunstancias que se den en cada País o los grupos implicados. Toda insurgencia es única, por el modo en que se desarrollan y acaban combinándose todos los factores que la constituyen; pero es el poder político lo que se persigue. Intenta para ello movilizar a la población para conseguir su apoyo o si no se cuenta con el mismo que se abstengan en actuar del lado del Gobierno al que se intenta derrocar.
Para que una insurgencia se desarrolle, es necesario que se cumplimenten varios requisitos, siendo el primero y más importante: la causa; es decir, el conjunto de ideales comunes a un sector de la población. Con una buena campaña de propaganda, una causa generará adeptos incluso entre aquellos a los que el problema no les afecte, bien por identificación o bien por conformidad social.
El segundo factor necesario para que la insurgencia triunfe es la debilidad del Gobierno, que el estado sea convulso. La fragmentación, un régimen político ilegítimo o un ejército sin medios ni tecnología para contrarrestar los efectos causados por los grupos insurgentes, así como unos Cuerpos de Seguridad incapaces de mantener el orden público, una Administración corrupta o una burocracia ineficaz que no provee de los servicios básicos son otros de los motivos que debilitan al Estado.
Si se dan las condiciones geográficas adecuadas y las fronteras no están suficientemente vigiladas, se contará con apoyo exterior, bien moral, político o incluso militar, lo que resultará vital para el desarrollo del movimiento desestabilizador. A estos elementos estructurales comunes, se les unen otras características como pueden ser: líderes, fuerzas de combate, militantes políticos, base popular…resultando la combinación de estos elementos con las circunstancias particulares, una conformación de patrones generales de organización.
Tipos de insurgencia
Existen varios tipos de insurgencia, la cual busca reemplazar el orden existente por otro que se ajuste a sus planteamientos políticos, sociales, económicos, ideológicos o religiosos.
Los movimientos insurgentes tradicionales se basaban en una oposición armada a los Gobiernos nacionales o colonizadores, pera la globalización ha transformado también esta característica, con grupos de carácter multinacional en sus identidades, elementos y objetivos. Concretamente, dicha globalización provee a las insurgencias de un acceso y distribución de información e ideas; accediendo a vulnerabilidades en un mundo más abierto, amplificación inmediata de sus acciones, enlace entre comunidades diversas y separadas diluyendo la identificación nacional, y a la vez el rechazo de la globalización y sus efectos. Cada uno de estos efectos conforma un concepto de insurgencia sustancialmente diferente al tradicional.
Según el alcance de los objetivos y actuaciones, podemos situar los grupos insurgentes en un continuo desde un discreto grupo local a uno totalmente globalizado. Bajo esa premisa podemos segmentarlos en varios tipos de insurgencia:
Insurgencia local: Caracterizándose la misma por perseguir unos objetivos exclusivamente locales y circunscritos a un entorno geográfico o social reducido, siendo su influencia en la seguridad internacional mínima, aunque pueden resultar sumamente sanguinarios en su entorno.
Insurgencia local-regional: Sus objetivos continúan siendo locales, pero se mueve en el entorno internacional para buscar apoyos, armas, atención de los diferentes medios de comunicación, etc.
Insurgencia global-local: Estos grupos se caracterizan por perseguir también objetivos locales, pero de una forma u otra contribuyen a la línea de actuación de grupos globales, por lo que reciben su apoyo operativo y logístico, colaborando en un proyecto de mayor envergadura, pero con unos objetivos más limitados.
Insurgencia global: Sus objetivos no son Estados, sino sistemas de Estados. Este tipo de grupos no son fruto exclusivo de la globalización. Éstos parten de una situación diferente, ya que no deben ganarse los adeptos, sino que pretenden explotar un sentimiento ya consolidado por encima de las fronteras, por ejemplo la Umma (comunidad islámica) en el caso de los yihadistas. Por lo tanto, pretenden representar a toda la comunidad, para lo que desarrollan tácticas y estrategias novedosas. La globalización ha contribuido, sin duda, en hacer estos grupos más influyentes, y por lo tanto más peligrosos.
Factores y aspectos que afectan a la insurgencia.
Los movimientos insurgentes son, en general, más sensibles a las influencias que las instituciones contra las que combate. Podemos destacar como puntos a tener en cuenta en dichos factores:
El secreto, necesario para extender su poder y realizar las acciones.
Su capacidad para ganar y retener apoyo, base sobre la que se sostiene la propia insurgencia
Bases seguras, para facilitar el entrenamiento y la organización de las células y guerrillas
Fondos económicos, que sostengan toda la insurgencia
Cambios de objetivos, producido por cambios de liderazgo o de las circunstancias
Inteligencia, vital para determinar las operaciones y los objetivos a corto plazo
División del movimiento, uno de los mayores peligros para la supervivencia del mismo, y que suele ser provocado por actuaciones personalistas o enfrentamientos entre facciones.
En el desarrollo de una insurgencia, es necesario para su comprensión citar varios aspectos a tener en cuenta, como destacar que la insurgencia nace como un pequeño grupo, débil e incapaz de ejercer ningún tipo de acción violenta, como actividad política radical. Si el movimiento sobrevive a esta fase incipiente, se convertirá en una insurgencia de pequeña escala, capaz de atraer seguidores fuera de su ámbito de nacimiento. Esto le capacitaría para provocar acciones violentas de calado en un amplio espacio geográfico, amenazando las estructuras del Estado, pero sin capacidad aún para sustituirlo. Éstos serán ya capaces de amenazar y sustituir al Estado en algunas regiones o tareas, crear inestabilidad económica, así como de captar la atención de los medios de comunicación internacionales, lo que les puede reportar apoyos y reconocimiento externo.
La contrainsurgencia (COIN).
Cuando se habla de insurgencia, se tiene que hacer también irremediablemente de la contrainsurgencia. Y esto se debe a que la evolución y el desarrollo de ésta marcará el camino de la primera. Como ejemplos claros, tenemos precisamente las dos organizaciones terroristas yihadistas más conocidas en la actualidad: Al-Qaeda e ISIS.
El caos generado en el País afectado es el caldo de cultivo para que nazcan y se perpetúen los movimientos insurgentes, cuyos principales objetivos son: el derrocamiento del poder establecido o la expulsión de las fuerzas de ocupación.
Cabe recordar la aseveración del teniente-coronel Eliot Cohen, del ejército de los Estados Unidos de Norteamérica, que consideraba como uno de los principios de la contrainsurgencia (en la revista Military Review, número de marzo-abril de 2006) a “la seguridad bajo el imperio de la ley”.
Cuando hablamos de seguridad, lo hacemos de la piedra angular de cualquier esfuerzo de contrainsurgencia. La población debe sentirse segura ya que de lo contrario no se puede implementar ninguna mejora de la sociedad y por consiguiente, reinará el desorden. Se hace necesario, a la hora de establecer la legitimidad, que las actividades de seguridad se enfoquen específicamente en realizar esfuerzos de imposición de ley y orden.
Si los insurgentes fueran percibidos como criminales perderían apoyo popular (pilar importantísimo a la hora de consolidar una insurgencia). Si un sistema legal bien establecido les trata de la manera que corresponde con la cultura y prácticas locales (entender el ambiente), se aumentaría considerablemente la legitimidad del Gobierno anfitrión.
La contrainsurgencia debe combinar operaciones ofensivas, defensivas y de estabilización
Requiere fuerzas flexibles y demanda un considerable esfuerzo en tiempo y recursos. Se trata de una actividad fundamentalmente política, donde el éxito no depende tanto de la superioridad armada como de la capacidad para inclinar a un lado u otro la balanza del apoyo social. Así mismo, para que la seguridad se establezca, hay que buscar alternativas a la población. Por ejemplo, en Afganistán vivían principalmente del cultivo del Opio. Se arrasaron todos esos cultivos y se dejó a la población sin medios de subsistencia. Es decir, puedes eliminar esos campos de cultivo, pero debes dar a cambio a la población otra forma de subsistir, de lo contrario nos encontraremos ante un escenario aún más inseguro que será aprovechado por los insurgentes.
Suele pasar que la contrainsurgencia esté más preocupada de su propia seguridad que de dar seguridad a la población, por lo que deja desatendida su función principal. Recordemos que, a la insurgencia, puede resultarle suficiente con no perder. Cohen también mencionó en su artículo, anteriormente mencionado (pgs 52-53): “Cuanto más proteges a tus fuerzas, menos seguro te encuentras. Los contrainsurgentes obtienen la victoria protegiendo a la sociedad, no a sí mismos”.
Las acciones COIN deben tener como fin último fortalecer la legitimidad del Estado, promover la gobernanza y favorecer el bienestar y progreso de la población. La seguridad es la primera demanda de la población y una condición esencial para que germinen los esfuerzos políticos, económicos y sociales. Pero para alcanzarla, se hace preciso utilizar medios que no enajenen el apoyo social, para crear con ello un entorno de seguridad.
En Irak o Afganistán, por ejemplo, y durante la estrategia de ganarse “corazones y mentes”, la población comprobó que había muchas menos horas de suministro eléctrico, aumentaba exponencialmente la posibilidad de ser atracado por las calles y disminuía en la misma medida la posibilidad de encontrar trabajo, por lo que comenzaron a mostrarse muy poco impresionados por la recuperación de sus libertades, o por las sonrisas de sus libertadores.
Enumero, a modo de conclusión, los principios que ha de recoger toda contrainsurgencia:
Primacía de los objetivos políticos sobre la derrota militar de la insurgencia.
Formular una concepción común del problema insurgente.
Compromiso prolongado.
Crear un entorno de seguridad.
Disponer de inteligencia de alta calidad.
Aprender y adaptarse.
Autor: Daniel Rodríguez Castillo es agente del Cuerpo Local de Policía del municipio de Los Barrios (Cádiz), adscrito al GOAP (Grupo Operativo de Apoyo y Prevención).
Bibliografía consultada:
El concepto de insurgencia a debate: una aproximación teórica. (2013), Miguel García Guindo.
Movimientos insurgentes: El papel, capacidades y respuesta de los Estados. (2014), Miguel García Guindo.
Este artículo forma parte del serial titulado "Manual policial contrayihadista", inspirado en el TFM del autor para el Máster sobre fenomenología terrorista de la Universidad de Granada.
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